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Salvar al hombre es caro

Por Francesca Jaume
lunes 14 de enero de 2019, 08:18h

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Salvar al hombre es caro

De continuo nos alertan del grave perjuicio que tienen para la supervivencia de la especia humana en la Tierra nuestros hábitos cotidianos, pero parece que para la mayoría el problema no va con ellos. Cómo serán otros los que perecerán y nosotros no lo veremos, nos tocamos un pie y, por supuestísimo, preferimos gastar el dinero en un vestido, una comida o un viajecito antes que a llevar a cabo unos hábitos de vida responsables.

Hay que ser consciente que salvar al planeta de su pronta destrucción tiene un precio, y es un precio que tenemos que empezar a pagar ahora si no queremos que sea demasiado tarde. Contaminar es más barato que preservar el medio ambiente, sin embargo, los segundo es lo más sensato si nos importa que los hijos de nuestros hijos no mueran de cáncer de piel o de pulmón.

Sólo un ejemplo muy claro: separar los residuos y reciclarlos tiene un coste económico más elevado que incinerar o que crear vertederos, aunque creo que ese coste no tiene comparación con una vida humana. La incineración masiva y los vertederos incontrolados son una inconmensurable fuente de contaminación, con las graves consecuencias que ello conlleva para la salud. Y sin embargo, estamos lejos del nivel deseado a nivel ciudadano de separación, reutilización y reciclaje con las mil excusas imaginables (que si falta de sitio, que si el contenedor está lejos, que si da pereza o “porqué tengo que reciclar si pago tasa de incineración y recogida de basura”). Como he dicho, este es sólo un ejemplo, pero también podríamos hablar del coste crematístico de un coche eléctrico o una casa sostenible energéticamente.

El resultado de no querer asumir lo que cuesta una vida responsable con la viabilidad de la Tierra: un agujero de ozono que no remite y una expectativa fundamentada de subida del nivel del mar de un metro en cuatro o cinco generaciones.

Además, el daño que se está infringiendo al ecosistema tiene carácter geométrico hasta un punto que no somos conscientes. Cuánto más fundidos estén los casquetes polares, más rápida será la elevación de la temperatura y la subida del nivel del mar.

Así es que, nosotros sobreviviremos, pero la herencia que dejaremos a nuestros descendientes es para que nos maldigan durante toda su vida. Uno llega a pensar que es mejor no tener hijos, porque les estamos abocando a la más absoluta de las desgracias y se supone que queremos que sean felices.
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