1 de enero de 2019. Un tren que cubre la línea entre Badajoz y Madrid se queda tirado en medio de la nada, sin luces ni calefacción. No era alta velocidad. Era un tren que conectaba Extremadura con Madrid. Bienvenidos a España. Año 2019.
La planificación de la red ferroviaria en España es un sinsentido prolongado en el tiempo y que sorprendentemente ha contado con el apoyo de los grandes partidos tradicionales. España tiene el mérito de ser el segundo país del mundo con más kilómetros de alta velocidad ferroviaria solo por detrás de China. Y esto que a simple vista puede parecer un síntoma de progreso, no puede esconder la ceguera en cuanto a la viabilidad de los proyectos, su dudosa rentabilidad económica y social y a la vez, la desatención que ha habido para vertebrar realmente España. Decía Aznar que su objetivo era conectar con alta velocidad todas las capitales de provincia con Madrid en menos de dos horas. Un proyecto ideológico que sigue en marcha y cuyas cifras y endeudamiento ha llegado a ser criticado por el mismo Tribunal de Cuentas. Más de 51.000 millones de euros en alta velocidad y una empresa pública como ADIF con una deuda superior a los 17.000 millones de euros.
La Comisión Europea sitúa en 9 millones el umbral necesario para que una línea de alta velocidad sea rentable. La única que lo supera es la línea Madrid-Barcelona con 11 millones de pasajeros. El AVE está planificado para llegar a Burgos. Hoy en día ya llega a Valladolid. La segunda y tercera ciudad más importante de España, es decir, Barcelona y Valencia siguen sin estar conectadas con alta velocidad. Y para sorpresa de economistas, ciudadanos y técnicos, aún esperamos la construcción del llamado Corredor Mediterráneo, un espacio económico importante para las regiones del levante español y que daría un impulso significativo a la economía estatal y ayudaría a recuperar ciertas zonas del sur. Un espacio por el que, para tristeza de muchos dirigentes, Madrid no tiene relevancia. Mientras tanto, Extremadura sigue con una línea del siglo XIX, con trenes que se paran y sin conexiones reales con otras áreas más allá de la capital.
El balance de la alta velocidad en España es pésimo. No tanto por el concepto de la unión de territorios con conexiones en un espacio corto de tiempo, sino más bien por la ejecución hecha en más de 20 años de proyectos. Inaugurando estaciones vacías, con un déficit estructural de pasajeros (algunas paradas tienen 1 solo pasajero al día) y todo con el objetivo de “la foto”. Las obras faraónicas de un país que se olvida de conectar la segunda y tercera ciudad por número de habitantes. Las obras faraónicas de un país que se olvida de conectar con trenes de línea convencionales territorios. Esos trenes que no dan para la foto pero que son los que vertebran realmente el territorio. España, año 2019.