De continuo, me pregunto si tenemos la clase política que nos hemos buscado. No ya si es la que nos merecemos, sino si es la que queremos tener.
Esta semana se han echado gritos al cielo por la trifulca en el Congreso entre Gabriel Rufián, José Borrell y un presunto escupitajo lanzado por un diputado de ERC (digo presunto porque por más que he mirado el vídeo no lo he visto por ninguna parte); sin embargo, eso sería mera anécdota si no llevásemos meses y años observando una agresividad verbal indigna de una institución en la que sus miembros deberían de tener un comportamiento ejemplar.
Se supone que es en el Congreso y en el Senado donde se tiene que aprobar la legislación necesaria para el buen funcionamiento del estado y donde se tiene que controlar la acción de gobierno. Pero no. Si bien es cierto que el nivel de sus señorías ha ido bajando conforme los lustros, la eclosión de las redes sociales ha supuesto una estocada mortal y la función del Parlamento se antoja totalmente distorsionada: ahora sólo interesa la descalificación del contrario, la búsqueda del titular llamativo, y, sobre todo, la consecución de unos “zascas” que sean motivo de orgullo para los correligionarios.
¿Es esto lo que nos merecemos? Entiendo que no ¿Es esto lo que nos hemos buscado? Por supuesto, y no solamente porque con nuestras manos cogemos las papeletas que metemos en las urnas, sino también porque el mensaje que transmitimos a los políticos a través de nuestras acciones 3.0 es que tendrá nuestro voto quien más hooligan se muestre.
Basta abrir los comentarios que aparecen en facebook y twitter en las noticias de carácter político -y no digamos en las relacionadas con el Procés- los comentarios educados y de respeto a la opinión no compartida son la excepción. Los Insultos, descalificaciones y exabruptos se han apoderado de las conversaciones… igual que en los parlamentos.
Espero que llegue el día en que alguien se de cuenta que este circo no nos lleva a ninguna parte y que de nada sirve para solucionar los problemas del país. Hasta que no regrese de nuevo la cordura, sólo nos queda poner un cirio al Crist de la Sang para suplicar que la era de los “fachas, golpistas y okupas” no nos lleve por delante.