Cualquiera con dos de dedos de frente está de acuerdo en la finalidad última del proceso de ir sustituyendo los derivados del petróleo por energías limpias, tanto en su fase de generación, como para el consumo de los vehículos. La tecnología ha evolucionado en los últimos años acercando el rendimiento de los vehículos eléctricos al de los de motor de explosión en cuestiones clave como la autonomía. Sin embargo, ese caballo de batalla y el del espacio que ocupan las baterías solo ha sido vencido a base de dinero, lo que implica que, para que un vehículo eléctrico ofrezca una autonomía equivalente a un diésel, por ejemplo, el coste de adquisición es aun mucho más elevado, inalcanzable para el consumidor medio.
El problema de la autonomía sería menor si la recarga de baterías fuera tan rápida como llenar un depósito, pero hasta una carga rápida del 80% de la capacidad -lo que acarrea disponer aún de menos autonomía- supondrá unos 20 minutos de conexión en una estación de servicio, lo que alargará el tiempo medio entre la llegada, la espera y el pago a cerca de 30 minutos. En el futuro, es posible que haya carreteras con sistemas de inducción como los que sirven para recargar los cepillos de dientes, pero de momento, para 2020, esto es todavía una quimera.
Nadie explica qué pasará con las gasolineras, cómo tendrán que aumentar su espacio por cinco o por seis para poder atender al mismo número de clientes si estos ocupan los 'surtidores' durante, al menos, 20 minutos, lo que implicará una merma importante de sus márgenes de beneficios, teniendo en cuenta que la materia prima, la electricidad, está fuertemente gravada con impuestos y que el margen aceptable de subida -suponiendo que lo haya- es escasísimo.
Tampoco he escuchado que se esté estudiando ningún plan de recolocación para empleados de estaciones de servicio, la mayor parte de los cuales se irán a la calle, y no serán los únicos. Muchos mecánicos quedarán sin trabajo porque el motor eléctrico es mucho más eficiente energéticamente, tiene muchas menos piezas móviles e infinitamente menos desgaste y los pocos que queden, deberán someterse a un reciclaje completo, al alcance únicamente de los más jóvenes, y hacer unas inversiones tecnológicas en sus talleres que probablemente solo puedan asumir las propias marcas y sus concesionarios.
Pasarán al desempleo también muchos trabajadores de las compañías logísticas relacionados con la distribución de carburantes, tanto de almacenamiento como de transporte. Y un largo etcétera de efectos colaterales en el empleo.
Los garajes privados y colectivos tendrán que reformarse y eso costará dinero a los ciudadanos. Aquellos más modestos, que dejan su vehículo en la calle, no tendrán otra opción que las electrolineras o los puntos de conexión públicos que se instalen.
A todo esto, en Mallorca hay serias dudas de que el sistema eléctrico, tras el cierre programado de Es Murterar, soporte el consumo actual y no digamos ya el más mínimo aumento. Se calcula, de hecho, que el pase al coche eléctrico determinará un incremento del 20% del consumo de electricidad. Los cables con la península que instala Red Eléctrica constituyen un sistema de apoyo, no alternativo a la generación local.
El papel lo aguanta todo, y el gobierno dice que sustituriá todo esto por energías renovables. Suena muy bien, pero hasta hace bien poco gravaba con un impuesto las instalaciones solares, desincentivando su instalación, con lo que si ahora hay que acelerarla deberá hacer un esfuerzo suplementario para revertir la situación. No basta la eliminación del impuesto.
Los ecologistas baleares, opuestos por definición a la propia existencia de la especie humana, se opondrán -ya se oponen- a parques solares, porque consumen territorio y lo afean, lo cual es cierto. Se oponen también a la energía eólica por su gran impacto paisajístico y porque produce accidentes de aves. A la energía nuclear -la más barata, segura y limpia de las disponibles- la han estigmatizado tanto que no merece la pena ni planteárselo, ni siquiera la acomplejada derecha de este país lo hace.
Con todo este cóctel, el gobierno ya tiene un calendario de sustitución total de los vehículos de motor de explosión, comenzando por los diésel, pero no ha respondido a ni una sola de las cuestiones que, a vuela pluma, les estoy comentando. Así que este asunto de los cohes ecológicos está, realmente, muy verde.