El mallorquín Luis Ladaria Ferrer, natural de Manacor, se ha convertido hoy a sus 74 años en el quinto cardenal mallorquín de la historia. A Ladaria le preceden como cardenales mallorquines Antonio Despuig (1745-1813), Jaume Pou (1497-1563), Antoni Cerdà (1390-1459) y Nicolau Rosell (1314-1362).
El papa Francisco creó hoy cardenales a los españoles Luis Ladaria Ferrer, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y al misionero claretiano Aquilino Bocos Merino, a quienes impuso el birrete y anillo cardenalicio, en una ceremonia en la basílica de San Pedro.
El jesuita nacido en Manacor (Mallorca) y el claretiano de Canillas de Esgueva (Valladolid) fueron dos de los 14 nuevos cardenales procedentes de varios países, once de ellos electores para un posible cónclave, creados hoy por el papa.
Ladaria Ferrer que ocupa uno de los cargos más importantes en la Curia, el Gobierno de la Iglesia católica, tiene 74 años, y por tanto formaría parte del cónclave y habrá así cinco cardenales españoles.
Por su parte, Aquilino Bocos Merino al ser mayor de 80 años no participaría en la elección del nuevo pontífice pero fue designado como cardenal al haberse "distinguido por su servicio a la Iglesia", como dijo Francisco al anunciar los nombres de los nuevos purpurados.
El papa en la homilía recordó a los nuevos cardenales que "la máxima condecoración" y la "mayor promoción" que pueden obtener es "servir a Cristo en el pueblo fiel de Dios, en el hambriento, en el olvidado, en el encarcelado,en el enfermo, en el tóxico-dependiente, en el abandonado".
Les instó a que nunca miren a los "a los demás por encima del hombro" y que solo es "lícito mirar a una persona desde arriba hacia abajo, cuando la ayudamos a levantarse".
Tras la homilía, el papa leyó la fórmula de creación de los nuevos purpurados y siguió después la profesión de Fe y el juramento de los cardenales leída en nombre de todos el patriarca caldeo, Louis Raphaël I Sako.
De rodillas ante el papa, recibieron el birrete que el papa les recordó que es "rojo como signo de la dignidad del oficio de cardenal, y significa que estás preparado para actuar con fortaleza, hasta el punto de derramar tu sangre por el crecimiento de la fe cristiana".
Y el anillo "signo de esa dignidad, de solicitud pastoral y de más sólida unión con la Sede del Apóstol San Pedro".
El papa intercambió después el beso de la paz con los nuevos miembros del Colegio Cardenalicio y les asignó una diaconía, una parroquia romana, con la que están vinculados al clero de Roma.