No es un artículo rosa, sino morado. Empero el título. Ni tampoco pretende provocar el llanto, sino la sonrisa. Y es que…, con Tania, todo lo acontecido, no habría sucedido. Buscar un «contexto» en el cual los hijos vivan, no es malo, ni bueno, ya que lo propio es que se trate de un «entorno», concepto más apropiado a la hora de establecer prioridades espaciales para la educación de los hijos. Por eso, Tania sonríe ante lo que intuye ha sido una tremenda metedura de pata de la sustituta suya a la hora de tirar de la carreta. Recuérdese la referencia a las dos carretas como comparativa y débil fuerza de arrastre. Convengo en que lo reprochable no es la compra sino que durante años, ella y él, se han dedicado a despotricar, criticar y malmeter con quienes, lícita y honestamente, no conformaban, según ellos, el mundo de la «gente» y sí el de la «casta». Él, en especial, no tenía inconveniente en mostrar su pisito en Vallecas, presumiendo de vivir «tranquilito» en él, cenando jamón york con pan blando y ahora se siente «perseguido» por haber adquirido un «chaletito» con casita para invitados. Él, principalmente, lanzaba sus descalificaciones personales contra adquisiciones ajenas, más o menos similares, e intentaba machacar la vida personal del político de turno, y ahora considera que hay una intromisión en su intimidad por exhibirse unas fotografías de la piscina de su «chaletito».
Tania sonríe, y recuerda la mirada hiriente que le dirigió la pareja del macho alfa una tarde en el Congreso. Y sonríe, viendo como intentan justificar un derecho que durante años han estigmatizado a todos aquellos que no les votaban. Es decir, a quienes no estaban lo suficientemente indignados para abandonar las candidaturas «capitalistas». Y es que, ahora, con el «chaletito» ya ha quedado en olvido aquella primera iniciativa parlamentaria denominada Ley de Emergencia Social y sus ambiciones. Como los escraches a Rosa Diez, o a Cifuentes y a Santamaría, o el rodear la cámara de «capitalistas” del Congreso o las descalificaciones a las «ladronas» entidades bancarias. Ahora lo que procede es acogerse bajo las faldas hipotecarias de una entidad bancaria receptora de las subvenciones electorales de Unidos Podemos, o sea, de un montón de millones de euros. Y de la misma, sacar una de las hipotecas más favorables que se pueden obtener, de forma normal, de cualquier otra entidad. Aunque, tal coincidencia para ellos no es motivo de ninguna suspicacia, ni muchísimo menos sospecha de trato de favor. Al fin y a la postre, el euríbor no va a subir; el mantenimiento de una casa de 270 m2 y un jardín de 2.000 m2., con piscina, será una minucia; las mejoras salariales, cuando no su mantenimiento, es pan comido; la ausencia de ahorros no es obstáculo; el tener que dimitir o que el precio de la vivienda descienda es una simple hipótesis, y, como colofón, que el importe del crédito supere el 80 % de su valor de tasación, en contradicción con una de las directrices de toda hipoteca — Loan To Value próximo al 90 % —, tampoco es problema para la pareja de líderes supremos. O sea, que según todos los indicadores hipotecarios, se han lucido.
Pero todo ello queda en el trasfondo de la cuestión. Aparte del subterfugio de acudir a las bases para escapar a esa «persecución», lo cierto es que ante los órganos de gobierno de Podemos deberán dar explicaciones, sea cual sea el resultado de su consulta conjunta, el Secretario General y la Portavoz, o sea, que no cabe opción, o ambos o ninguno, lo cual recuerda aquel «dos por el precio de uno» de Felipe. Pedazo de consulta que no da lugar a elección. De lo que parece no han querido apercibirse es de que, sus votantes, aquellos indignados contra el establishment corrupto, igual no se calmen con la consulta y exijan no solamente trasparencia sino coherencia entre lo dicho y lo hecho. O sea, rechacen la hipocresía de quienes antes chillaban «no queremos» y ahora musitan «sí podemos», de quiénes llamaban criminales a los bancos o calificaban al escrache que impulsaban contra adversarios políticos como «jarabe democrático» y ahora es «persecución y acoso».
Quizás, sus antes indignados votantes se sorprendan de que la pareja de líderes supremos — comediantemente humildes, austeros y abstinentes — han estado predicando aquello que les convenía hasta llegar a ser «casta» y ahora, para más inri, les solicitan su refrendo, convirtiéndoles, con su voto aquiescente, en avalistas éticos de una hipoteca para la compra de un «chaletito», en donde «la gente» pueda pasar los fines de semana en alegre confraternización. O sea, vamos a ser testigos de un plebiscito a la bolivariana.
Y Tania sonríe, pues sabe que ella — aliviada — no confraternizará con unos líderes comunistas, que no han hecho sino calcar a Lenin, a Stalin, comprándose una dacha en la periferia, a pagar con el millón de euros de la futura herencia de sus padres, ganado con el sudor de su frente. Del de sus padres, se entiende.