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Ciudadanos y Clientes

Por Jaume Santacana
miércoles 16 de mayo de 2018, 03:00h

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Todavía no me he recuperado del asombro que soporté en viendo los resultados de una de las últimas encuestas que, tan acertadamente, publica Mallorcadiario. Me refiero a la relativa al desmadre en Punta Ballena. La pregunta cuestionaba si los ciudadanos (no los flamantes miembros del emergente partido político, si no los militantes del orbe social) creían efectiva la nueva normativa que intenta paliar y mitigar los desastres nocturnos que se suceden –sin prisas y sin pausas- en Magaluf y aledaños.

Vi los resultados de dicha encuesta y mi cerebro quedó atónito, por no decir perplejo. Pensé que era una errata numérica pero en la redacción del diario digital me confirmaron que eran correctos. Resulta que nada menos que un contundente 82% de las personas consultadas creen, a pies juntillas, que la citada nueva normativa –creada por las administraciones públicas, a partir de un enorme movimiento político y social contrario a los desmanes – no va a servir para nada; o sea, papel mojado. Me parece, simplemente, gordísimo. Más que muy grueso.

De una lectura reflexiva sobre tamaño cataclismo se deduce que una gran mayoría de los hombres y mujeres (partiendo de aquellos que han respondido la encuesta) no creen, no confían en la Administración. Es decir: los clientes –que no son otros si no los contribuyentes- no tienen confianza en los políticos que, normalmente, deberían ser sus más seguros servidores. En la Gran Bretaña (¿qué vamos a decir a estas alturas sobre la democracia brítánica?) todo el mundo tiene claro que la política se basa en un juego de servidores y servidos; los ciudadanos- clientes pagan religiosamente y los políticos, totalmente a su servicio, deben gestionar correctamente los dineros públicos. De alguna manera se debe valorar aquello tan antiguo de que “el cliente siempre tiene razón”, norma sagrada en los buenos comercios. Pero si resulta que un servidor entra en una tienda y los dependientes no le inspiran ninguna confianza, ¿cómo va, este cliente, a comprarse los zapatos que anhelaba adquirir? En realidad le explicarán que el producto ofrece todas las garantías, es de cuero de Rosario, se pueden lavar y ni destiñen ni encogen, las suelas duran media vida y los cordones están bañados en titanio de los Balcanes. El cliente compra y días después, al primer lavado, el cuero se vuelve violeta, los cordones se hinchan y las suelas se perforan. Lógicamente, este cliente perderá la confianza con dicha zapatería, lo explicará a todo el mundo y rezará para que la empresa desaparezca del mapa.

Aquí, en nuestro bonito pero triste destino, los ciudadanos pierden su confianza en los políticos (por miles de casos concretos y por la suma de experiencias) y ellos, en general, claro, “pasan de todo” y siguen creyéndose los reyes del mambo. Hacen y deshacen a su antojo.

El caso que nos ocupa es bien demostrativo: se detecta un “problemón”; la sociedad reacciona airada (gracias también a una impecable denuncia visual por parte de Mallorcadiario); la Administración reacciona, pero la ciudadanía opina que nada se va a resolver. Y, muy probablemente, casi nada se resolverá mientras no se viaje al tuétano del asunto.

Hasta que los políticos no “cumplan” sus mandatos, el ciudadano no confiará en ellos. Y así vamos con el mamading…

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