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Gauche de merde

Por Eduardo de la Fuente
domingo 25 de febrero de 2018, 02:00h

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Oops, I did it again, que diría Britney Spears. Me he vuelto a enamorar. Hace unos meses les confesé que había caído rendido a los pies de Marta Rovira. Miss Pucheritos demolió mi ser. Pero otra la ha desbancado. Anna Gabriel es mi nueva musa. Supe ver que en ella, oculto bajo aquellos ropajes de transportista, escondido en los vaqueros que te hacen culo pandero, y tras ese flequillo trasquilado con tijeras de podar, había algo. La diosa interior —que diría Anastasia, la de las sombras grises— ha aflorado. Anna habla un francés exquisito y sensual, sonríe, viste camisas y se ha soltado el pelo. No hagas caso, Anna, de los que dicen que te has vuelto pija en Suiza. No, eres tú, tu yo capitalista en la tierra de los lagos, los cantones, el chocolate y las vacas, los relojes, las navajas multiuso, y los banqueros. Eres la diosa Helvetia. La otoñal Marta es como el Lacrimosa del Réquiem de Mozart, pero tú, oh tú, suenas en mi mente como la Primavera de Vivaldi. Anna, me vampirizas, «cruzaría océanos de tiempo para encontrarte».

Todo el amor que siento por Anna es poco comparado con el que siente Fina Santiago por sí misma. Les recuerdo que, en mi corazón, antes de Anna estaba Marta, y antes de ella, Fina. Fina Santiago quiere ser la mandamés, palabro, por si no lo pillan, nacido de la unión de mandamás y de Més per Mallorca. Sí, la misma Fina Santiago que aceptó ser consellera de Servicios Sociales porque se lo pidieron cuando ella decía que no aspiraba a nada, ahora quiere ser el gerifalte de los indepes, aunque ella asegure que no lo es. Santiago lleva más tiempo retirándose que los Rolling Stones. Fina, alias Keith Richards, se las va a ver —o eso parece— con Miquel Ensenyat, exalcalde de Esporles y presidente del Consell de Mallorca. Més no es mi casa y pueden hacer lo que consideren, si bien yo me quedaba mil veces con Ensenyat. Es un tipo afable, se puede hablar con él y creo que —aún con todo el lastre ideológico que carga su partido— sería un buen candidato al Gobierno balear. Fina, por otra parte, es lo que se dice un verdadero animal político. Y eso debería dar qué pensar a los suyos. No olvidemos el pecado original que carga junto a su compañero David Abril. Ambos literalmente taladraron Esquerra Unida desde dentro para hundirla en un pozo de irrelevancia del que aún no ha conseguido salir. Después, se largaron a Més. Yo no les dejaría ni las llaves de la sede del partido. Las de mi coche, ni se las enseñaba.

Los que por lo visto no tienen llaves del coche son los de Podemos. Nos hemos enterado de que el portavoz parlamentario Alberto Jarabo pide coche con chófer para ir a los debates de la televisión pública IB3. El resto de políticos, van en su coche, pagan un taxi o se buscan la vida. Es normal que cuando un político llega de otras islas o de la península —como a cualquier otro invitado— se le facilite por cortesía el trasporte a los estudios de Son Bugadellas, en Calvià. Lo que nunca he visto es que a un político se le envíe un coche con periodista a recogerlo a su casa. A ver, un político va a un debate de televisión a hacer propaganda de su partido y de las ideas que representa. Y eso, o se lo paga él o el partido lo cubre con la partida de gastos de representación que debe tener. Y si el Sr. Jarabo no puede conducir porque ha sufrido un accidente en la mano que se lo impide, se pilla un taxi como todo hijo de vecino. Lo del rollo Miss Daisy no cuela. Sé de lo que hablo, he asistido a decenas de debates y he sido productor de unos cuantos cientos. Y el Sr. Jarabo, que tiene experiencia en la cosa audiovisual, también lo sabe. Qué vieja es la nueva política.

Nuestra antaño gauche divine ha mutado, por decirlo de manera suave y en francés como la sonriente Anna Gabriel, en una gauche de merde. Pero de merde de esas de que te sale la merde por las orejas. El ejemplo más claro es cómo se han puesto todos con la condena de tres años y medio de cárcel al rapero de Sa Pobla, Valtonyc. A mí me parece una condena muy dura, creo que con dos años de cárcel —y no entraría porque carece de antecedentes penales—, una multa y el pago de las costas hubiera sido suficiente para darle un toque de atención. Ya lo he dicho en otras ocasiones: Valtonyc no es un terrorista, es tonto. Pero que a mí me pueda parecer una condena dura no es más que una percepción que bien podría ser diferente si yo fuera una de las personas a las que este tontainas ha insultado. No sé qué pensará al respecto Carmen, la hija de Publio Cordón, pero si me pongo en su piel creo que la condena de Valtonyc me parecería justa y merecida. A eso se le llama empatía, cualidad humana de la que muchos de los que le defienden parecen carecer.

Hablemos claro: si Valtonyc acaba en el trullo no será por decir que el rey emérito frecuenta la compañía de meretrices o que los borbones son unos ladrones. Lo que le ha costado la condena es burlarse de la muerte de Publio Cordón o de la de Miguel Ángel Blanco, loar a ETA y al GRAPO, desear que revienten a agentes de la Guardia Civil en sus coches y ese tipo de cosas.

Lo voy a explicar claro, para lerdos, y lo haré con un ejemplo. Hace unos años escribí una novela sobre un asesino en serie y la forma en la que trataba a sus víctimas, todas mujeres. En la mente de un psicópata, de un depredador sexual, una mujer es poco más que ganado en el mejor de los casos. No hace falta estudiar Psiquiatría para saberlo. Una editorial importante se interesó por el texto e incluso llegamos a hablar de cómo se podría comercializar. Al final se echaron atrás, y lo comprendo. Entendieron que alguien podría considerar que la novela hacía apología de lo que hoy llamamos violencia de género. El libro duerme en un cajón y punto. Creo que al ser una obra de ficción no puede considerarse apología de nada. Es una historia y son sus personajes los que cometen atrocidades. Si en lugar de una novela, hubiera escrito un ensayo en el que justificara violar y descuartizar mujeres, la cosa cambiaría. Hubiera dejado de ser una obra de ficción para convertirse en una apología. Y ese es el error de Valtonyc. Él no construye historias, sus canciones no son expresiones artísticas, vomita su odio, pone el Yo delante de lo que rapea. Sus canciones no son canciones, son manifiestos, ensayos. Es tan sencillo como eso.

La merde viene ahora... Resulta que nuestros políticos lo defienden, hablan y hablan hasta el punto de intentar hacernos creer que Valtonyc es un demócrata de toda la vida y que lo suyo es arte. Para empezar, un tipo que sale chuleando con la bandera de la hoz y el martillo es un imbécil. Para mí es como si paseara una esvástica. Los que piden su absolución son los mismos políticos que ponen multas a periodistas en virtud de la ley autonómica LGTBI y que denuncian que un señor de Hazteoir venga a dar una charla a Palma. A mí los de Hazteoir me la traen al pairo, pero pueden ir allá donde les plazca a decir lo que les dé la gana.

Vayamos una vez más al juego de la inversión. Preguntemos a la regidora de Palma, Neus Truyol, qué le parecería si el cuello que hay que rebanar hasta la nuez fuera el suyo y no el de Jorge Campos. O hagamos lo mismo con el también regidor Aligi Molina… ¿Qué diría si invitáramos a ponerle una bomba en su bicicleta y que cuando su torso destrozado volara por los aires nos pusiéramos a dar vítores? Estos son los hipócritas que van al pleno de Cort con camisetas de apoyo a Valtonyc. Si de Més y Podemos ya nos podíamos imaginar semejante ruina moral, lo de la presidenta Francina Armengol también tiene miga. Para ella «entre unos y otros se está crispando de manera excesiva el ámbito social». Vaya, resulta que denunciar a un tipo que hace apología del terrorismo es crispar. ¿Y si digo que quiero que Armengol muera, pero que antes haré que vea a su novio jardinero viviendo entre ratas? Eso es lo que canta Valtonyc de Esperanza Aguirre y de sus hijos. Lo dicho, gauche de merde.

Aquí lo dejo, me agota el relativismo moral. Creo que otra izquierda es posible y, sobre todo, necesaria.

Ahora que repaso la columna me doy cuenta de que a excepción de los merde en francés no he soltado ni una palabrota en casi 1.500 palabras. Sí, soy capaz de hacerlo, me cago en la puta, soy bueno de cojones. Ahora les soltaría un rollo de cualquier cosa que me ayudara a despejarme. No sé, de la Expedición Imperial Transartántica de Shackleton o algo así, ligero. Pero esas serían otras historias…

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