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Nos lo dijo Sid Vicious

Por Eduardo de la Fuente
domingo 15 de octubre de 2017, 02:00h

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Cuando lean estas líneas espero hallarme en un breve paréntesis de la cosa informativa, en un hotelito de esos en los que atiborrase en el bufé del desayuno y holgazanear, que es la más noble inactividad a la que puede dedicarse toda persona de bien. Me tocó pencar el pasado jueves, el Día de la Hispanidad. Algunos aseguran que no es un día para celebrar mientras se lo cogen libre sin contemplaciones. Son los de siempre, los que se ciscan en vírgenes, santos y la Iglesia en general aunque no dejan escapar la Navidad o la Semana Santa, y que se apuntarían al ramadán de no ser porque eso de no comer es muy sacrificado. Hay mucho meapilas suelto que cree que el 12 de Octubre —como el águila de San Juan, el yugo y las flechas o la rojigualda— es un invento de Franco. Me ha tocado la fibra lo de que «mandan los poderes autoritarios y arbitrarios, es decir, de la Monarquía, del Clero y del Ejército», como han dicho los insignificantes de Esquerra Unida. Con semejantes argumentos de la altura intelectual de Nicolás Maduro no me extraña que hayan acabado mendigando un puñado de escaños a los de Podemos. Aunque, bueno, de Podemos y de Més he leído algunas cosas al respecto que no reproduzco no vaya a ser que estén ustedes tan ricamente tomando el vermú dominical y les vaya a dar carraspera. A mí, como a cualquier español, no hay cura, militar o rey que me diga lo que tenga que hacer ni que me obligue a nada. Los comunistas necesitan un camión cisterna de zyncpirithione para quitarse la caspa de encima. Dejémoslo estar porque ya cansa explicar según qué cosas. Después de la licencia literaria que me tomé la semana pasada, vayamos con la actualidad...

Reconozco que he flipado con Carles Puigdemont. No contento con tener secuestrado a todo el país con sus cambios de humor, se la ha metido doblada dos millones de veces a los dos millones de catalanes que se creyeron y compraron la milonga ideológica de su mercancía defectuosa. Cabezamocho miente más que habla. Como está de malafollá o se hace caquita o le ha sentado mal la cena, se salta la Ley, la Constitución y el Estatuto de Autonomía de Cataluña. Luego va y se pasa por el escroto las leyes que él mismo se ha inventado. No va el fulano y proclama la independencia y se la carga en treinta segundos... Se ha marcado una declaración de independencia en diferido, como el finiquito de Bárcenas. Vaya careto se le ha quedado a los ciudadanos que confiaban en él. El binguero metido a presidente ha subido al monte, se ha dado un paseo y ahora no sabe si quedarse a vivir con Heidi, el perro Niebla y el abuelito —léase Forcadell, Tardà y Junqueras—, o bajar por un atajo para que no lo navajeen los de la CUP. En la jerga barriobajera un julai es un primo, un alma cándida al que timan. También es el imbécil que carga con las culpas. Y Puigdemont ha conseguido el triste logro de convertir en julais a dos millones de catalanes. Joder, como para darle un país.

Antes de escribir esta columna, he entrevistado a Olga Ballester, diputada de Ciudadanos en el Parlamento balear. Debo reconocer que es una de las entrevistas más bestias que he hecho. Si lo que me ha contado —y lo pueden leer aquí, en mallorcadiario.com— es cierto, el asunto está para que encierren a alguien, en el talego o en el frenopático. La cosa va del número indeterminado de asesores que hay en la Consellería de Educación y que puede fluctuar entre 150 y 350, la inmensa mayoría cargos de designación directa. Es un verdadero desastre, un coladero de estómagos agradecidos de una magnitud nunca vista en Baleares, lo que dados nuestros antecedentes sicilianos no es una cuestión menor. La cosa se agrava cuando se mezclan los enchufados con los radicales. Ver cómo adoctrinan a los niños en el IES Pau Casesnoves de Inca llevándolos al patio para soltarles la arenga antiespañola o carteles de la CUP colgados del pasillo en el IES Marratxí, causa gastroenteritis hasta a un tipo con estómago de cabra. La Fiscalía investiga el caso de Inca y espero que se anime a meterle mano a otros centros. Adoctrinar a los niños es una canallada se mire por donde se mire. Todo esto ha ido demasiado lejos. De la camiseta verde a la camisa parda hay un trecho muy corto. Esta verdadera basura moral pagada con el dinero de los ciudadanos sucede porque unos desalmados prefieren hacer su propia revolución cultural para inocular el odio en los niños a hacer su trabajo como maestros —qué bella palabra tan devaluada —. No les importan las escandalosas y vergonzantes estadísticas que evidencian el hundimiento de un sistema educativo en el que sólo brillamos en las clasificaciones de fracaso y abandono escolar. ¿Qué más da fundir el presupuesto de Educación en enchufados y fanáticos mientras los niños estudian en barracones? No podemos dejar a nuestros hijos en manos de unos tarados a los que además les pagamos la nómina. ¿Tanto nos cuesta ver que así es como empiezan las cosas malas que con el tiempo acaban a hostias? Pero claro, ahora seré yo el fascista por denunciar lo que todo el mundo ve y casi todos callan.

Otra estrella del celuloide o de la celulosa —eso lo deciden ustedes — ha sido nuestro alcalde de Palma, el gran Toni Noguera, el tipo que nos deja más grandes tardes que Juan Belmonte. Primero fue ir a una manifa independentista y decir que «pasaba por allí». Luego fue no enterarse o no querer enterarse de que los antituristas colgaran pancartas a plena luz del día en el Paseo del Born. Lo último es que lo cazan y lo graban en la calle rajando burradas, eso de «estoy hasta los putos cojones de España». Dice que parafraseaba al difunto Pepe Rubianes. ¿Qué será lo próximo, «el profe me tiene manía»? Al alcalde y a sus pelotas los podrían fichar de imagen publicitaria de la Avícola Ballester. Tan hasta los cojones está de España que el mismo lunes en el que se publicaba el vídeo se va a Madrid a pedirle 20 millones de euros al Ministerio de Fomento para adecentar la Playa de Palma... Y se los dan. Si me pagan yo también estoy hasta los cojones de lo que me pidan. ¿Lo ven? Es lo de siempre, «voy de radical porque el Estado me paga el sueldo». Para rematar el esperpento, el Ayuntamiento de Palma anuncia que quiere promocionar la ciudad como destino de «turismo idiomático» y que los guiris vengan a aprender español. Tanto querer de repente al español para de lo de follarse —porque no hay otra forma de calificarlo— los premios literarios Ciutat de Palma en lengua española no decir ni mu. En serio, lo de Més no es política, es el puto circo Barnum. Miren que me gustan las cosas rarunas, pero es que no sé por dónde cogerlos.

Que todo esto lo hagan los de Més entra dentro de lo previsto por aberrante que resulte. Y que quede claro que no juzgo sus ideas, que pueden gustarme o no, sino su comportamiento. Lo grave, lo preocupante, lo que debería hacernos tener miedo, es que la presidenta Francina Armengol lo permita. Armengol se supone que lidera el PSIB, que sigue llevando la coletilla de PSOE. ¿Cómo puede meterse en este berenjenal un partido mayoritario de ámbito nacional? Hace tiempo que pienso, y no es la primera vez que lo digo, que Armengol se ha equivocado de siglas. Qué gran falta nos hace una izquierda racional. Y de paso un partido liberal.

Se le atribuye a Albert Einstein aquello de «no sé como será la tercera guerra mundial, sólo sé que la cuarta será con piedras y lanzas». Nosotros no sabemos como acabará el tercer Pacto de Retroceso, pero sí sabemos que del cuarto no nos repondremos. Aunque eso va más allá de este breve y parcial resumen de la semana para entrar en el terreno de la peor distopía imaginable. Veo aparecer al fantasma de Sid Vicious para recordarme que décadas atrás ya nos advirtió del apocalipsis nihilista con su «no future». Pero esa es otra historia...

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