La autoridad de don nadie
lunes 18 de septiembre de 2017, 20:25h
Ahí están Molango y Recio colocando a sus amigos y allegados de los mismos. El penúltimo sacrificado, Carlos Sureda, en beneficio de un tal Juan Manuel Pons cuyo currículum, se supone que acorde con sus conocimientos, no alcanza media cuartilla. Y como no podía ser de otra manera, el susodicho entra en Son Bibiloni en plan general Mc Arthur, es decir como un elefante en una cacharrería pero en lugar de decir “volveré” hace saber que ya está ahí.
Andábamos preguntando si alguien sabía del paradero de Olaizola desde que fue destituido al frente del primer equipo sin que lo hiciera peor que su antecesor ni que su sucesor, cuando nos enteramos de la renuncia de otro valor de la casa, el entrenador del Juvenil División de Honor, Santi Miralles, en un gesto de honradez consigo mismo, honestidad en su trabajo y fidelidad con sus discípulos. Por si su capacidad no fuera reconocida, le avalan los resultados, lo cual demuestra que a la propiedad y a sus representantes, les importa un rábano ganar o perder y solo atienden a la dinámica propia de su negocio financiero basado en el sentimiento mallorquinista.
Sin cinéfilos, la industria cinematográfica se iría al garete, subproductos para subespecies producidos con ordenador aparte. Sin mallorquinistas, la inversión de Robert Sarver y sus secuaces tampoco serviría para nada. Para encontrar el signo positivo de la especulación necesitan controlar a quienes tras el nombre del Mallorca todavía son capaces de ver al club en cuyo amor les educaron o aprendieron a querer. Para ello se utilizan las cortinas de humo que sean precisas y “colocar” el producto como aquellos vetustos vendedores callejeros de calcetines en las calles comerciales de Palma. Y, sorprendentemente, todavía cuela.
Para los escépticos, la salida de Miralles es una nueva cucharada de aceite de ricino. ¡Y a tragar!.