Manifiestos
martes 19 de septiembre de 2017, 02:00h
Este fin de semana se han publicado dos manifiestos, de signo radicalmente contrario, respecto del referéndum de autodeterminación de Catalunya. Uno de ellos, publicado en el diario El País como publicidad, titulado “1-O Estafa Antidemocrática”, viene firmado por unos centenares de personas, autodenominados en su mayoría intelectuales de izquierdas y aboga sin ambages por la no participación en la consulta el uno de octubre.
El otro, publicado en internet, está firmado por más de un millar de investigadores, científicos y profesores universitarios, muchos de universidades catalanas, pero también de centros de otros países de Europa y América, y defienden sin tapujos el voto por el “Sí” a la independencia de Catalunya.
Todo el mundo puede defender la postura que considere conveniente, por supuesto, pero llama la atención que unas personas que afirman ser intelectuales y de izquierdas adopten una postura que coincide al cien por cien con la del gobierno conservador del Sr. Rajoy, que muchos de ellos mismos han considerado en manifestaciones públicas de los últimos años como corrupto e infame.
De hecho, el manifiesto en su conjunto, en su redacción, en su fraseología, parece surgido del túnel del tiempo desde los años 60 del siglo pasado, igual que algunos de los firmantes principales, destacados con fotos por sus propios promotores. Es como si la gauche divine barcelonesa de los años 60 y 70 surgiera de las catacumbas del Bocaccio, acartonada y momificada.
Hace ya tiempo que la palabra cultura ha sido secuestrada por un determinado grupo, constituido en su mayoría por artistas y algunos escritores, que se la han apropiado en exclusiva. Es dudoso que ellos representen “la cultura” y, en ningún caso, toda la cultura, como mucho la parte de la cultura referida a las bellas artes y, en muchos casos, solo artisteo y postureo intelectualoide.
El manifiesto destaca por su intransigencia y sectarismo, especialmente en la frase: “cualquier demócrata, sea cual sea su posición ante la independencia, debe rechazar esta convocatoria, impropia de una democracia y tramposa”. Nada sorprendente en un escrito neogauchedivinista que nos retrotrae a la izquierda dogmática y sectaria de mediados del siglo pasado. Ellos pontifican que “cualquier demócrata debe rechazar esta convocatoria”, es decir, si participas o defiendes la participación en el referéndum, no eres demócrata, porque ellos están en posesión de la verdad y en disposición de adjudicar acreditaciones de democracia auténtica.
El problema que tienen en estos momentos, es que la España surgida de la transición se ha revelado como un experimento fallido, porque es básicamente la continuación del franquismo en un entorno de democracia formal y que el movimiento soberanista catalán, pacífico y democrático, les ha colocado ante el espejo en el que ven reflejado su nacionalismo español, enteramente coincidente con el de la derecha conservadora y reaccionan furiosos ante quienes han puesto en evidencia sus vergüenzas.
Los enemigos de la democracia en España son los que prohíben los debates en un parlamento democrático, los que persiguen a los miembros de la mesa de ese mismo parlamento por permitir esos debates, los que utilizan a la fiscalía para perseguir la libertad de expresión, los que han desnaturalizado al tribunal constitucional, transformándolo del foro superior de arbitraje en un tribunal ejecutor de instancia única e inmediata, con lo que se lesiona el derecho a la tutela judicial efectiva y, sobre todo, aquellos que, desde posiciones ideológicas e intelectuales supuestamente progresistas, consienten, facilitan o incluso promueven, por acción u omisión, el despropósito de la política del gobierno del Partido Popular.
En el Congreso de los Diputados de Madrid es posible una mayoría alternativa que podría frenar las políticas del PP, pero ni el PSOE ni su cohorte de intelectuales de izquierdas parecen desear ningún cambio. Pedro Sánchez prefiere ponerse incondicionalmente al lado de Rajoy y los intelectuales publicar manifiestos jacobinistas y dispensar bulas de democracia verdadera, se supone que por inspiración agnóstica.
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