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Por tu intimidad, miente

viernes 28 de julio de 2017, 02:00h

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Llegará un día en que las máquinas, los robots, los ordenadores o lo que sea que se invente en el futuro detectarán sin atisbo de dudas ni margen de error si mentimos o decimos la verdad. Hasta entonces la mentira puede ser un antídoto eficaz contra la pérdida de privacidad que viene unida (llamémosle daño colateral) a los avances tecnológicos.

Resistirse es casi imposible y digo casi porque alguno habrá que se niega a tener un smartphone o teniéndolo, deshabilitará el localizador para evitar que un tercero sepa dónde está. Tranquilos es cuestión de tiempo que se le rompa el terminal y deba cambiarlo o que acabe encendiendo la localización aunque sea por despiste.

Algo o alguien va almacenando datos de las redes sociales, teléfonos, cámaras de seguridad, tarjetas de crédito y en alguna parte que no imaginamos, que no situamos en el mapa, en los ojos de alguien que no tiene cara, todo se va guardando. Nuestra vida, nuestros pasos, nuestra intimidad.

La solución no pasa por evitar volcar información en la red. Eso puede que funcione en las redes sociales pero de nada sirve ante los aparatos que almacenan información de manera automática.

Todo este delirio paranoico me viene porque ayer leí un artículo que explicaba que iRobot, la empresa que fabrica los Roomba, venderá los planos de tu casa a Google, Amazon o Apple. Por lo visto, esos cacharros con forma de platillo volante rastrero que va limpiando el suelo, hacen un plano para saber por dónde han pasado y dónde no, pero además saben cuántas habitaciones tiene tu casa y además quién vive en ella y cuando están. El objetivo de vender el plano de tu casa no es otro que el de mejorar la tecnología de los hogares inteligentes. En fin, que esa cosa o esa persona que no tiene cara y no sabemos dónde está tiene información de tu casa y de la gente que vive en ella porque se la pasa tu aspirador. ¡Maravilloso!

¿Te resistes? No sirve de nada. Cuando antes tires la toalla mejor porque puede que un día evites una cámara de seguridad, otro podrás desconectar el localizador del teléfono, podrás poner la navegación privada en internet (si es que sirve de algo) pero poco a poco la máquina almacena información y acabarás tan vigilado como cualquier otro.

Por eso propongo la mentira como salvación. Publica en las redes sociales fotos de lugares en los que no has estado nunca. Pide amistad a gente que no conoces, etiqueta a la reina Leticia en las redes como tu amiga Leti, llévale el robot limpiador al vecino, a ver si la CIA, la NASA, la PEPA o quien sea que te vigila cree que tienes tres casas en lugar de una. No evites dar información, al contrario, satura de información a todos esos aparatos y redes que la absorben pero procura que sea falsa. A más de uno no le costará nada hacerlo.

Funcionará, no hay duda hasta que los ordenadores y robots, como decía al principio, aprendan a distinguir cuándo decimos la verdad o cuándo mentimos. Entonces el problema de la pérdida de privacidad nos parecerá nimio. El día que una máquina pueda decir con exactitud matemática si un humano miente o dice la verdad, colapsará el sistema político.

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