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Viajar es vivir

Por José Luis Mateo
jueves 29 de junio de 2017, 05:00h

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Viajar es vivir. Estas tres palabras de Hans Christian Andersen no pueden resultar más ilustrativas. Viajar es mucho más que descubrir paisajes, gentes y culturas. Salir de nuestra zona de confort y dirigirnos a lo desconocido, por controlado que parezca, supone siempre una experiencia única y maravillosa.

Me explico. Finalizado el curso escolar, teníamos una deuda pendiente con nuestros pequeños fenómenos. Van alcanzando una edad en que podemos permitirnos ir intercalando emociones fuertes de un parque temático con maravillosas campiñas y frondosos bosques de un verde muy distinto al que acostumbran a ver en nuestra amada Mallorca. Son capaces de gritar de felicidad mientras descubren una nueva atracción donde remojarse sin compasión, del mismo modo que pueden permanecer absortos escuchando las leyendas que contaba nuestra guía en la bellísima ciudad de Múnich. Bueno a verno nos engañemos, donde estén los parques, los juguetes, los toboganes y sus primos, que se quiten monumentos, fuentes y catedrales. Pero es una buena primera piedra de toque para que vayan sintiendo sana curiosidad por conocer qué hay al otro lado, qué esconden otros países, otras formas de vestir, de comer y de entender la vida. A través de sus caritas se podía percibir que un nuevo mundo se presentaba ante sus ojos.

Y eso que viajar con niños es toda una experiencia. Son agotadores, incansables y se muestran insaciables mientras hacen algo que les entusiasma. Por el contrario, cuando se acercan las visitas culturales, un repentino cansancio les invade de forma misteriosa, provocando agujetas, heridas hasta ese momento imperceptibles y alguna que otra lágrima. Con esto quiero decir que, como no puede ser de otro modo, todo viaje tiene sus altibajos emocionales y físicos, que siempre encuentran solución en una buena comida y sentido del humor. Entre risas, anécdotas y ganas de pasarlo bien, todo vuelve a la normalidad.

Lo que está claro es que llevando algún tiempo sin salir de nuestra isla, cuando vuelves a desplegar las alas y sales al mundo, más ganas tienes de seguir volando y más sientes que ahí fuera está todo aquello que nos completa, que nos permite, de verdad, ver las cosas con perspectiva. El mundo es tan grande, tan hermoso y permite experimentar tantas cosas, que esas palabras de Hans Christian Andersen no pueden transmitir mayor verdad.

Viajemos, viajemos mucho. Da igual la distancia al destino. Es indiferente el país y el continente. Pero viajemos, conozcamos todo lo que el mundo pone a nuestra disposición y, con la mayor humildad, aprendamos de los lugares que visitamos. El resultado es mágico. Y es que ya se sabe, viajar es la única cosa que compras que te hace más rico.
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