Horrach, en el lado luminoso
viernes 02 de junio de 2017, 05:00h
Poco tiempo hemos tenido que esperar a que los poderes fácticos arremetieran contra Pedro Horrach, tras su paso con armas y pertrechos al lado luminoso de la fuerza, o sea, al libre ejercicio de la abogacía, aunque desde ese lado oscuro, naturalmente, se perciba este hecho de forma opuesta.
Lo ha hecho, como en él es habitual, de manera mediática, aunque en esta ocasión no con su aparición en el papel cuché de Vanity Fair, sino mediante su irrupción, como defensor, en uno de los asuntos más complejos y emblemáticos de los últimos veinte años. A falta de dirigentes políticos de cierto nivel a los que imputar, a la Fiscalía anticorrupción le quedaba únicamente ir a por personajes relevantes de la sociedad civil y, entre ellos, destacaba como principal pieza a cobrar la cabeza de Bartolomé Cursach, del que no existe mallorquín que no haya oído contar toda clase de rumores, chismes e historias, reales o imaginarias. Y aunque sea defendiendo a un actor a todas luces secundario, el exfiscal ha irrumpido en escena a lo grande, sacando de sus casillas a más de uno, incluso a algunos de sus antiguos colegas. A buen seguro, tampoco pretendía dejar indiferente al personal. Su puntillo de vanidad, inherente a cualquier personaje público, lo impedía.
Quienes, en su día, empezamos a levantar de cero un bufete de abogados, sabemos lo complicado y trabajoso que es hacerse con una cartera de clientes, y lo conveniente que es aparecer de vez en cuando en los papeles, en especial con ocasión de algún éxito profesional. Obviamente, Horrach no parte de cero, su fama de fiscal implacable en asuntos de corrupción le ha granjeado filias y fobias entre la ciudadanía, llegando a ser considerado, de consuno con el juez Castro, la pareja justiciera más letal, íntegra e inasequible al desaliento.
Luego vino su extraña postura en el caso Noos, el divorcio contencioso del instructor, y la defensa numantina de la inocencia de Cristina de Borbón, tan incomprendida por la mayor parte de los ciudadanos, entre los que confieso que me incluyo. Quizás fue entonces cuando Horrach comenzó a percibir la erótica del lado luminoso, la del defensor que, solo ante el peligro, contra el prejuicio de medios y sociedad, de instrucciones de servicio, de policías, de fiscales y hasta de jueces –también ellos son humanos-, defiende al malo malísimo, no solo por el dinero que le van a pagar unos pocos, sino, sobre todo, por el simple placer de estar acrisolando la democracia y el sagrado derecho a la defensa de hasta el más despreciable villano que imaginar puedan. Les aseguro que nada hay comparable con el subidón de adrenalina, dopamina, serotonina y endorfinas que, sucesivamente, sobreviene a un abogado que culmina con éxito su esfuerzo.
Así, que, amigo Horrach, bienvenido al lado luminoso de la fuerza y que ésta te acompañe.
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Últimos comentarios de los lectores (1)
179025 | Vaya, vaya - 02/06/2017 @ 22:23:15 (GMT+1)
Por fin se lee un artículo con inteligencia sobre Horrach.
chapeau