He nacido para conocerte

Hoy me debato entre complacer a la clase política o simplemente, hablar de amor. Entiéndase esa complacencia por el hecho de que, a cualquier político por mediocre que sea, le agrada ver su nombre en cualquier medio de comunicación aunque sea para criticarle vorazmente. Prefieren verse destripados por articulistas mansos o al contrario, por articulistas sin escrúpulos, antes que verse ninguneados con el más absoluto y despreciativo silencio.

Me temo pues, que sucumbiré a la tentación de hablar de amor porque hay historias que, sin ser ni más ni menos especiales que otras, tienen la capacidad de causar tal efecto a nivel mediático, que merecen un paréntesis especial.

A Macron le ha tocado (al margen de una exigua responsabilidad política que ahora no viene a cuento mencionar), representar a ese hombre que consigue lo que quiere aunque sea una quimera imposible de alcanzar para cualquier otro. Le ha tocado poner encima de la mesa de debate el de sí la diferencia de edad entre dos personas, es motivo suficiente para salir corriendo antes de intentarlo. Le ha tocado enseñarle al mundo la puesta en práctica de ese “me da completamente igual lo que penséis o lo que os parezca”, sin necesidad de articular palabra. Le ha tocado en definitiva, enseñarle al mundo por casualidad y sin pretenderlo seguramente, que la libertad va mucho más allá de las reivindicaciones de perogrullo, porque hay otras formas vivir.

Al margen de cualquier consideración concreta que no me interesa en absoluto sobre si han sido, son o serán felices, la historia tiene el mérito de todas aquellas con las que podemos vernos o no reflejados en un momento dado por el simple hecho de hacerse públicas. Puestos a imaginar prefiero imaginar que es una gran historia de amor quizás tan grande como la del Príncipe de Gales y Camila de Cornualles, aunque de estos se hable siempre menos porque no son tan guapos, y sonríen poco en las fotos.

He leído que Macron, antes de iniciar su andadura universitaria, le dijo a su profesora: “haga lo que haga, me casare con usted”. Se le olvido decirle que también la convertiría en primera dama de Francia. Aunque mucho me temo que si se lo hubiera dicho todo de golpe ella habría salido corriendo y pensando que acababa de conocer a un completo chalado.

Seguro que Macron conoce el poema “… Je suis né pour te connaitre…liberté”