Somos salados
viernes 28 de abril de 2017, 03:00h
¡Asúcar! ¡Qué salao eres! El seseo en la mayoría de países latinoamericanos y en algunas regiones españolas produce a las personas saladas, es decir, a las que poseen cierta gracia,diversión y agudeza de ingenio, un aspecto simpático y divertido a pesar de la pérdida de la“d” intervocálica.
Aún después de la apreciación anterior, hoy me voy a referir concretamente al agua. La culpable del tema que nos ocupa es la cita, que he encontrado paseando por Facebook, de Karen Blixen: “La cura para todo es siempre agua salada: el sudor, las lágrimas o el mar”.
Permítanme recordarles que esta escritora danesa, Blixen, es más conocida por el pseudónimo literario, Isak Dinesen, que adoptó de su primo y marido Bror, con el cual se casó y le contagió la sífilis; aunque ella siempre estuvo enamorada de Hans Dinesen, hermano gemelo de su esposo. Supongo que ya han adivinado que esta tortuosa relación fue la que inspiró la famosa película estrenada en 1985, Memorias de África. Hemingway, que recogió el Nobel este año, dijo que le correspondía a ella, pero el premio de Karen fue que logró salvarse y reinventarse gracias a la escritura hasta que falleció a los 77 años con un peso de 35 kilos ya que solo se alimentaba de lo que le apetecía, ostras y champagne. Excéntrica biografía de una mujer que era auténtica naturaleza.
¡Y al fin, con la naturaleza hemos topado! El agua es el principal componente del cuerpo humano, aunque parte de ella es expulsada por la orina, la saliva, el sudor y las lágrimas (agua salada). A las personas hipertensas se les recetan diuréticos para la eliminación al orinar del sodio excedente. A través de la sudoración además perdemos sales minerales, pero estas gotitas tan desagradables por su olor, también son las causantes de que el cerebro de la mujer entre en éxtasis sexual cuando percibe el sudor del hombre. Por otra parte, el agua más limpia de nuestro cuerpo es la de las lágrimas y las sales provienen en proporción de la sangre y de la dieta particular de cada uno. Hay lágrimas que previenen la sequedad de los ojos, otras que los protegen de irritantes como el humo o los aminoácidos de las cebollas y por otro lado, las de tipo emocional que asociamos con el llanto y no se conoce cuál es su finalidad, aunque todas saben a sal porque provienen de los órganos secretores que son los encargados de eliminar el sodio del organismo.
En cuanto al mar, es una gran extensión de H2O con muchas sustancias disueltas, entre ellas existe un porcentaje de sal de un 3’5%. La salinidad depende de muchos factores como la latitud, la profundidad, el clima y la temperatura, la evaporación, el agua dulce que procede de precipitaciones, glaciares… El mar Rojo es el de más salinidad y el mar Báltico el que menos sales encierra. Aunque como curiosidad, el mar Muerto, donde flotamos sin ningún esfuerzo debido a los 350 -370 gramos de sal que contiene por litro de agua, por eso no nos hundimos en sus aguas.
Es fácil adivinar el poder curativo del agua salada: hay que besar más (saliva), hacer el amor (sudar), llorar de alegría (lágrimas) y darse un baño relajante en el mar. La naturaleza es sabia y si bebemos mucha agua (orinar) –sin olvidarnos del champagne o cava- y añadimos a la vida una pizca de sal, tal vez disfrutaremos más convirtiéndonos en “resalaos”. Como dice el proverbio:” Entre lo salado y lo soso está el punto sabroso”.