¡Viven!

La victoria del Nástic y el Almería auguraban una mala digestión. Por fortuna éste último supera ahora al Mallorca sin salir del descenso, pero a costa de meter en la pomada al Alcorcón.

Los malos presagios parecían transformarse en realidad cuando el Levante se adelantó en el marcador y antes de que los de Olaizola se hubieran enterado, Santamaría, que regresaba bajo los palos en sustitución de Cabrero, y el larguero evitaron que se consumara una más que probable debacle.

Pero el exceso de confianza de los valencianos o el amor propio de los locales, nunca lo sabremos, bien pudo cambiar el signo del encuentro e incluso voltear el resultado.

Tras el descanso todo cambió. Una vez más el técnico de casa optó por rectificar sus iniciales planteamientos. Por la derecha Company sujetó a Morales, Culio empezó a mandar en un centro del campo que había controlado Campaña sin demasiado esfuerzo y Salomao dio vida a un ataque cuya artillería más peligrosa vino de la mano de los defensas. El líder ya no volvió a aproximarse al área del anfitrión y la expulsión de Rober por doble amarilla con media hora por delante, puso el choque en franquicia para los más necesitados.

Fue cuando surgió Raúl, el guardameta adversario, para frustrar todos los intentos para batir su meta. Los bermellones tuvieron hasta cuatro oportunidades de gol, pero consumen pólvora de baja calidad. Y si Juan Carlos Muñiz solo temía a las torres enemigas, tuvo que acabar cediendo al asedio y dar por bueno un empate que tal vez ni siquiera mereció, porque la fe del pequeño pudo más que la prepotencia, rayana en desidia, del gigante.