Antes de que Brandon, otra vez incansable, abriera el tapón de la botella que permitía ver el partido con mayor optimismo al acortar distancias, el Sevilla Atlético perdonó en dos oportunidades doradas la sentencia del cero a tres que hubiera supuesto un mazazo definitivo al poder de reacción del Mallorca. Una vez más Fernando Vázquez, expulsado mediada la segunda parte, tuvo que rectificar en el descanso su terco planteamiento inicial. Sin delantero centro que fijara a los centrales, la zaga visitante contenía, pese a su nerviosismo, las rachas inconstantes de los locales, con Moutinho en su línea habitual –también perdonó el uno a cero ante Caro- y una sola banda, la de Lago Jr. en funcionamiento.
En esta ocasión no podríamos asegurar que la rectificación emanara de la sabiduría del técnico, sino más bien de su desesperación. Lekic no aporta mucho, pero absorbió la atención de los defensas andaluces y la entrada de Salomao, hábil y rápido, descolocó lo suficiente el entramado protector de una ventaja minimizada a trompicones por el de Santany y anulada, en plena decadencia sevillista, por un Lago Jr. imprescindible.
Los locales hicieron gala de un apreciable poder de reacción y su enemigo vendió la piel del oso mucho antes de cazarlo hasta que el encuentro entró en una fase final de locura, enredada en un toma y daca que pudo inclinar la balanza hacia cualquiera de ambos lados. Cierto es que si otro expulsado, el entrenador Diego Martínez, no hubiera visto retroceder a sus hombres antes de hora, estaríamos contando otra cosa. Y, la verdad, digamos que bien está lo que bien acaba.