Es la expresión de moda. Los actores y actrices de series y películas, los concursantes de televisión, los presentadores, los políticos y hasta el nuevo obispo de Mallorca declaran compulsivamente que van a darlo todo. Los futbolistas por supuesto fueron de los primeros en acuñar la expresión cuyo significado ni siquiera conocen la mayoría de ellos. Yo, la verdad que si, tampoco. El concepto es tan amplio que me pierdo antes de intentar aplicarlo en casa caso.
Y es que todo, todo, es mucho. Además no un todo al estilo de los vasos comunicantes, cuyo nivel se iguala. Hay quien puede dar más y quien tenga menos que ofrecer en función de sus conocimientos, su capacidad y su voluntad. Por ejemplo no me cabe la menor duda de que desde Maheta Molango a Fernando Vázquez, con toda la plantilla del primer equipo y la del filial de por medio, dan todo lo que pueden, aunque al primero la tesorería no le llegue para según qué. Eso me preocupa porque si el rendimiento del equipo es el máximo y aún no ha ganado un solo partido de liga, no quiero ni pensar qué ocurrirá si, de repente, alguno se descuelga de tanto esfuerzo inútil. Jugadores aparte, deberíamos pensar si el entrenador y su avalista, el consejero delegado, vienen respaldados por algún tipo de especialización desconocida o lo que hay es lo que vemos.
Era en primera división, qué tiempos aquellos, y el Mallorca había sumado un solo punto, en casa con el Valladolid, en las cuatro jornadas iniciales. Preguntado sobre el inquietante futuro clasificatorio, Luis Aragonés soltó aquella famosa frase: “si el Mallorca desciende a segunda división, yo me tiro al agua de la bahía”. No despertemos viejos fantasmas, aunque ya sabemos que los jugadores no son los mismos, el técnico mucho menos y de los directivos para qué hablar.