He de admitirlo, me equivoque cuando dije, en reiteradas ocasiones, que PSOE y PODEMOS acabarían formando Gobierno.
No quiero buscar excusas. Calcule mal el vil poder, de la denominada “Casta” por los de PODEMOS, y más concretamente, calcule mal el poder de los amos en las sombras de cualquier Partido Político consolidado.
RAJOY, aparece delante de los medios dando brincos de alegría porque una segunda oportunidad como ésta era quimérica, y le favorece la repetición. Ha dicho alto y claro eso de que a ellos, los del PP, ya les conocíamos, pero no conocíamos todavía a los nuevos, recién llegados y personas anónimas sin más credencial que la de abanderar una auténtica revolución. En pocas palabras nos ha dicho que vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer. Y cada cuál que vote según su conciencia.
SANCHEZ, ha fracasado porque se ha sometido a los dictámenes de esos amos en las sombras del PSOE. Tuvo dudas al principio, hizo un amago de querer rebelarse, pero pronto agacho la cabeza cuando alguien le vendió la moto de que si pactaba con CIUDADANOS, el resto sería pan comido. Cuando en realidad, quien le vendió la idea, sabía a ciencia cierta que le abocaba a unas nuevas elecciones.
IGLESIAS, el revolucionario, ha pasado de preocuparme por sus ideas de teórico sin práctica, a inspirarme una cierta lástima. Su inocencia frente al poder de la “Casta” me ha conmovido. Ha querido luchar contra ella, con ella, pero sin ser como ella, y claro… le han despedazado, aunque todavía no lo sepa. Los expertos amos de las sombras manejan muy bien los hilos de los entramados institucionales, e IGLESIAS ha ido de cara, creyendo que se puede cambiar la forma de hacer las cosas desde dentro. Pero no se ha enterado porque insiste: después de las nuevas elecciones quiere formar Gobierno con el PSOE.
RIVERA me ha decepcionado. Demasiado rápido en mostrar las cartas de un Partido que anuncia a bombo y platillo también, que pactará con el PSOE o con el PP, indistintamente, según el resultado que obtengan los unos y los otros. Del discurso abstencionista, al diálogo negociador. Demasiado rápido.
Hubiera preferido que los Partidos noveles hubieran optado por una contundente labor en la oposición durante sus primeros años en las instituciones. Rechazando cualquier forma de pacto que implicase entrar en el Gobierno. Una oposición constructiva encaminada a dar ejemplo de nuevas formas de hacer política, y construyendo, más despacio, la autopista que debiera convertirles en políticos de talla, capaces de llegar a acuerdos que les hicieran pasar a la Historia sin tener que sonrojarnos.