Ante un atentado del calibre del que se ha vivido en Palma con las pintadas contra los turistas, que incluso han tenido repercusión en los medios de comunicación nacionales, solo cabe una respuesta contundente. Y es de alabar que la haya tenido por parte de la máxima autoridad municipal, el alcalde de Palma, José Hila, consciente de la gravedad de los hechos para la imagen turística de la ciudad. El perjuicio que los grafitis pueden ocasionar es incalculable. Ya se pueden invertir millones de dinero público en ferias turísticas internacionales y en campañas promocionales, que todo resulta tirado a la basura tan pronto como los tabloides británicos y los periódicos sensacionalistas germanos se hagan eco del lamentable episodio y lo magnifiquen como de costumbre, haciendo pasar por un sentimiento generalizado lo que es un acto vandálico de algún descerebrado.
Los mismos que hacen mutis ahora son los que vienen arremetiendo desde hace meses contra el turismo
La gran mayoría de agentes sociales ha respondido con celeridad y contundencia para defender la principal industria económica de nuestra comunidad. Es lógico que así sea porque el ataque puede ser calificado sin exagerar como "terrorismo económico". Pero si el clamor condenando las pintadas ha sido rotundo, igual de atronador resulta el silencio que sospechosamente guardan algunos. Hay silencios muy reveladores. Coincide que los mismos que hacen mutis ahora son los que vienen arremetiendo desde hace meses contra el turismo, la actividad económica de la que vive la inmensa mayoría de los ciudadanos baleares directa o indirectamente. Es fácil identificarles porque sus propuestas políticas buscan dañar el turismo a toda costa, pues lo consideran la madre de todos los males, cuando es el pan del que comemos. Pero si comulgan con el autor de los grafitis, será de agradecer que rompan su silencio y lo digan abiertamente. Conviene que se quiten las caretas.