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Caer en las redes

Por José Luis Mateo
jueves 17 de marzo de 2016, 05:00h

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A estas alturas no descubrimos nada nuevo cuando aseveramos que las redes sociales ocupan un lugar cada vez más importante en nuestras vidas. Internet ya está más que interiorizado y, en estos momentos, ya no solo nos hallamos ante una fuente infinita e inagotable de información. Efectivamente, gracias a las redes sociales todo es posible. Ahora no nos limitamos a recibir datos a través de un mundo inicialmente reducido a unos y ceros. La magia reside en que cada uno de nosotros puede hacer uso de las incontables herramientas y aplicaciones que se ponen a nuestra disposición en función de nuestras concretas necesidades. Con total normalidad tomamos consciencia de que cualquiera de nosotros puede comunicarse con cualquier persona en cualquier parte del mundo, aplicar complejas estrategias de marketing en su negocio, expresar sentimientos o transmitir emociones con tan solo un clic.

Efectivamente, no dejamos de escuchar que, desde el punto de vista empresarial, es ya del todo imprescindible contar con un buen equipo de community managers o responsables de comunidades, es decir, profesionales responsables de generar marca, de sostener y defender a su empresa frente a sus clientes y competidores en el ámbito digital, conocedores de las necesidades de la organización y de esos clientes. Pero no nos quedamos ahí. Escuchamos de manera machacona que, en estos momentos, quien no está en estos menesteres, quien no tiene presencia en alguna de las denominadas redes de referencia, no existe. Vamos…la primera línea del célebre soliloquio de Hamlet llevada al extremo…ser o no ser…

Por otro lado, también seguimos encontrando a quienes niegan la evidencia y todavía consideran que esto no es más que una moda pasajera entre los más jóvenes y que, obviamente, con los mensajes de texto y acceso a Internet con tarifa plana hay más que suficiente. Además, se nos pone sobre aviso acerca de los peligros de estas redes que pueden generar dependencia y, contra lo que su nombre indica, más que contribuir a la socialización, despersonalizan, aislan, levantan muros entre usuarios que tocándose, puede que ni siquiera se miren.

¿Con qué nos quedamos? En mi opinión, con el sentido común. Nada es bueno o malo en sí mismo, pues todo depende del uso que nosotros le demos. Sí, las redes sociales pueden emplearse con fines perniciosos. Sí, es evidente que si no sabemos poner límites, abusar de ellas, hacer que nuestra vida gire y se mueva en torno a lo que al fin y al cabo no deja de ser una máquina, no es positivo. Pero no cabe duda que estamos ante unas de las herramientas más increíbles de la historia por lo que tienen de facilidad en su uso y su vocación universal. Y como en todo, el secreto reside en que nosotros seamos los que controlemos esa herramienta y no que la herramienta acabe controlándolo todo.

Me gustan las redes sociales, creo que son tremendamente útiles y que tienden puentes, abren caminos y son un medio de comunicación extraordinario. Empecé en una de ellas simplemente buscando compañeros de clase del colegio y, poco más tarde, me encontré aplicándolas al terreno profesional. Son un aliado, no un enemigo. Permiten compartir fotografías con momentos únicos que queremos hacer llegar a aquellas personas que nos importan; dan la oportunidad de contar en primera persona y promocionar todo aquello que en el ámbito profesional puede tener impacto positivo; permite abrir redes de contactos que, de otro modo, serían inimaginables. Es más, en las redes sociales podemos descubrir personas únicas llevando a cabo hermosas iniciativas y proyectos apasionantes.

Insisto, me gustan las redes sociales, las empleo y me divierto haciéndolo. Y es que no debemos olvidar que han llegado para quedarse. Forman parte de nosotros y nos atrapan, en el mejor sentido de la palabra, pues tienen multitud de fantásticas aplicaciones en los más diversos ámbitos. Por tanto, y así las cosas, dejémonos llevar, con naturalidad, ya que tarde o temprano, todos caeremos en ellas.

Para todos aquellos que compartimos alguna que otra red social, sabemos que este artículo de opinión debería terminar con un selfi, pero eso…lo dejaremos para cuando nos encontremos nuevamente.
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