No puedo estar más de acuerdo con quienes dicen que la política es un teatro. Un lugar en el que todo el mundo representa un papel frente a los focos del que se despoja cuando se baja el telón. Actores que, en muchas ocasiones, leen un texto que sólo se cree el público que paga la carísima entrada.
Como toda obra de teatro, la política tiene algo de ficticio. Algo de show. El éxito de la obra depende de la conexión que alcancen los actores con el respetable público. En este contexto se enmarcan los últimos acontecimientos de la política en nuestro país: el juego de pactos de PSOE y CIUDADANOS y la rueda de la prensa de la otrora todopoderosa regidora valencia, Dña. Rita Barberá. Al hilo de esta última, como es obvio, nadie pasa dos décadas triunfando en plazas complicadas sin contar con un nivel importante de tablas. Y, haciendo gala de esa experiencia, Dña. Rita salió a proclamar algo que, en todo caso, debería ser evidente: que -mientras nadie pruebe lo contrario- es inocente. Que, por intereses puramente partidistas o periodísticos ha sufrido un juicio mediático de prácticamente imposible reparación. Sin embargo, el juego es así, Rita. La política, sobretodo tu partido, necesita que quien tenga sobre si mismo la sombra de la sospecha (en este caso generada por un importante número de miembros de su partido investigados) debe bajarse del escenario, colgar el traje y defender su inocencia lejos de los focos. La política necesita no solamente ser limpia sino, sobretodo, parecerlo.
Por ese motivo veo adecuado que un cargo público investigado por delitos de corrupción abandone la escena. Insisto: no tiene nada que ver con que sea culpable o inocente. Ya hay jueces para tomar esa decisión. Sin embargo, el hedor de la corrupción, las decenas de casos en los que los presuntos defensores de lo público, del signo político que sean, se dedican a obtener beneficios particulares, hace necesario tomar medidas tan extraordinarias.
En cuanto al otro asunto de moda, el caso Nóos, durante estos días he leído asombrado algunos titulares de periódicos serios que distaban mucho de ser rigurosos. Sin ser un experto en el tema, me aventuro a lanzar una pregunta al aire: ¿Hay, acaso, algo en las profusas explicaciones de Diego Torres que moleste a algún medio de comunicación? ¿Acaso Diego Torres ha justificado algunos de los comportamientos que muchos medios daban por sentado que eran ilícitos? Esperemos, en todo caso, a la Sentencia.