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Por un pito de piedra

viernes 29 de enero de 2016, 03:00h

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La archiconocida expresión mallorquina que describe la insatisfacción del deseo sexual en un varón, anar més fort que un mac de torrent, relaciona la dureza característica de los cantos rodados con los del atributo del sujeto objeto de estudio. El protagonista de nuestra historia, ciertamente, ostenta en su miembro viril la solidez del mármol de Carrara..., porque su instrumento es precisamente de este material. O sea, que hablamos de alguien con un pito de piedra. Y no es que un andrólogo italiano haya obrado el milagro soñado por miles de hombres, sino que el autor de la escultura la labró, toda ella, sobre un pedazo de roca.

Nuestro protagonista, junto con sus compañeros y compañeras –como diría un progre- ocupa diversas galerías de los Museos Capitolinos de Roma, mostrando aquello que más inherente es al ser humano, el cuerpo desnudo.

Pero hete aquí que, para no excitar los bajos instintos de un sátrapa vestido de monje como Hasán Rouhani, actual mandamás de la República Islámica de Irán, el gobierno italiano ordenó hace unos días, con ocasión de la visita del persa, cubrir con biombos las esculturas que mostrasen la desnudez humana allí por donde hubiera de transitar este bárbaro. Algunas de estas obras son, obviamente, de la Roma antigua, muestras del arte clásico más excelso, pero ni así. Al presidente iraní, semejantes muestras de impudor le ofenden –a él lo debieron concebir con la luz apagada-, pero no le ofende nada que su régimen niegue el holocausto judío o que propugne el exterminio del estado de Israel, o tratar a las mujeres como cosas, entre otras lindezas.

Y, para más inri, ni siquiera tolera que en la mesa de gala en la que almuerza o cena los demás comensales puedan degustar algo tan sagrado en nuestra cultura como el vino.

Occidente está enfermo de papanatería, nos hemos vuelto gilipollas, hablando mal. En lugar de consolidar las costumbres y valores que sacaron a la humanidad de la barbarie y la miseria en la que muchos pueblos continúan por obra y gracia de sus clérigos y tiranos respectivos, nos arrodillamos ante cualquier déspota sanguinario por ‘respeto’ a su cultura, como si obligar a permanecer a tu pueblo en el siglo X fuera calificable de tal. Y no solo lo hacemos cuando visitamos su país, sino que estamos dispuestos a renegar, en nuestra propia casa, de nuestras libertades, para proteger los valores reinantes en una dictadura sanguinaria.

La tan golpeada República Francesa ha sido la única nación europea que, al menos, no ha estado dispuesta a retirar el vino de la mesa presidencial –tampoco se obliga a nadie a beberlo- para no herir el pudor ni los instintos primarios de un ayatolá, con lo que la cena ha tenido que ser suspendida.

Y si a Rohani le alteran tanto los pitos de piedra, no me quiero ni imaginar cómo lo hace para ir a mear al baño del aeropuerto.

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