Nunca en la historia contemporánea ha dado comienzo un año con tanta incertidumbre institucional. Es probable que el Consell Polític y el Grup d'Acció Parlamentària de la CUP decante la moneda de la gobernabilidad catalana este primer domingo de enero y, al día siguiente, el Consejo de Coordinación de Podemos (junto a Compromís, En Marea y En Comú) esclarezcan al conjunto de los españoles su posición de futuro, pero a día de hoy todas las espadas siguen en alto.
Los presidentes Mas y Rajoy, ambos en funciones, son escollos para el establecimiento de acuerdos, pero no los únicos. El economista catalán, que también ha errado en sus pronósticos y no podrá componer su Consell de Govern antes de Reyes, ha retrocedido en apoyo electoral desde que, a su tercera intentona, llegó la vencida y en 2010 logró presidir la Generalitat. De entonces ahora, salpicado por la corrupción que afecta su partido, ha dinamitado la recuperación de la democracia cristiana en el Principado y esquivado todos sus principios ideológicos, en beneficio de una secesión en la que camuflar sus incompetencias y algo más. Con bastantes similitudes sobre los antecedentes de su homólogo autonómico, el registrador gallego no se ha destacado por concitar pasiones ni aliados y sólo su astucia o la cadencia que impone en su toma de decisiones le han permitido capear el temporal, hasta ahora.
La gravedad que subyace en ambos procesos no radica en la pervivencia de un presunto liderazgo, ni por las derivadas de intentar aplicar una determinada hoja de ruta, sino en que, sea quien sea quien le ponga el cascabel al gato, lo hará tan condicionado y débil que la gobernabilidad, aunque sea posible, será minusválida.
Esa premonición no es menos agorera si, en el caso de España, fuera Sánchez quien persevera en su intento de redecorar la Moncloa. Podemos no pondrá accesible la piñata y parecerán la liebre que persigue el galgo, porque gobernar dejaría al aire sus vergüenzas y reanimar a quien precisa desgastar, para seguir creciendo, no forma parte del guion escrito de antemano. Tampoco los barones regionales socialistas, salvo quien ya ha empezado a sufrir la canibalización por parte de sus socios parlamentarios, estarán dispuestos a mirar para otro lado mientras les colocan caballos de Troya con los que amenazar desde dentro sus dominios. Difícil disyuntiva para el sucesor de Rubalcaba y Zapatero, que no puede dar apoyo a quien insultó y al que convirtió en su principal argumento de campaña, pero a quien no se le perdonará si claudica, como el heredero de Pujol, a todos los principios que le definen como partido en pos de un poder frágil e inoperativo.
Es posible que la incapacidad de generar una mayoría solvente en alguno de los hemisferios tradicionales de la diestra y la siniestra obligue a modificar la línea divisoria, desplazando el fiel de la balanza hacia el platillo más cargado de razones que sería el de quienes creen en la soberanía nacional y la pertenencia a la Unión Europea, frente a los que pintan una realidad virtual y dibujan teorías oníricas que jamás se podrán poner en marcha. El PSOE tiene la gran oportunidad de facilitar la gobernabilidad a cambio de socializar las políticas del ejecutivo, mientras Ciudadanos funciona como argamasa y muro de división entre ambos partidos. No es aceptable escuchar un NO de boca de alguien que aspira a presidirnos a todos, sin haber pronunciado siquiera un DEPENDE, pensando en el beneficio de quienes han sufrido el mayor peso de la crisis, sin quebrar la recuperación de nuestra economía; consiguiendo debilitar al partido más votado, desde una crítica constructiva; asentándose en el liderazgo de la oposición y en aspirante a gobernar, con más apoyos, antes de que se agote la legislatura.
Con la economía creciendo por encima del 3% y por delante de nuestros socios continentales, los pensionistas recuperando poder adquisitivo, las empresas negociando incrementos salariales y mejorando ostensiblemente las expectativas de empleo no parece muy sensato apostar por hacer lo contrario de lo que nos ha traído hasta aquí, no sin penalidades. Aunque la quimioterapia nos haya dejado débiles, las analíticas invitan a creer que estamos venciendo la batalla al cáncer, por lo que sería absurdo confiar la recuperación a un curandero. Una vez atajado el problema de raíz, es mejor potenciar ahora la sanación mediante tratamientos más saludables para el conjunto del organismo, antes de arriesgarse a una recaída que podría desahuciar la economía y nuestra sostenibilidad.
En este año recién estrenado sería deseable que no volviéramos a tener que reabrir las urnas en España, que han sido tan frecuentadas el pasado 2015, introduciendo abnegación en la vida pública y uniendo fuerzas democráticas para evitar que nuestros descendientes lean en los libros de historia que entre todos la mataron y ella sola se murió.