La cara oculta de los genios se refleja en sus malos imitadores. Por ejemplo aquellos que de Rafa Nadal sólo imitaron su pantalón pirata, los intrusos e impostores que quisieron emular a José María García y sólo se quedaron con cuatro insultos y algunas frases echas o los que, ahora mismo, en lo único que se han fijado de Cristiano Ronaldo es en su grito de guerra. Pero, por desgracia, tampoco hace falta subirse a un pedestal para que surjan copias defectuosas de originales imperfectos. El campo de la política está minado de unas y de otros.
Carlos González, dueño y presidente del Córdoba, se ha fijado en Utz Classen y a su imagen y semejanza, ha decidido cerrar las puertas de la junta general a los informadores, limitar la asistencia de los accionistas con menos de diez mil títulos y ocultar a la afición verdiblanca desde el presupuesto, a los pilares de la gestión del club. Igualito que aquí con la salvedad de que los andaluces comparten liderato con el Alavés y el Mallorca viaja a un punto del descenso. Y en fútbol, ya se sabe, los resultados determinan inapelablemente la dirección del dedo pulgar.
Puestos a entresacar capítulos de la historia del club en el año de un centenario que invita a pocas celebraciones, recordemos que el empresario canario residente en Madrid estuvo muy cerca de comprar a Mateu Alemany, con las bendiciones de Florentino Pérez, antes del patinazo de dejar el club en manos de Javier Martí Asensio y, en esta tesitura, uno se pregunta qué clase de aura tiene el club bermellón para atraer el interés de tan peculiares personajes.
En fin, los medios cordobeses echan humo con el bloqueo practicado y que hablan incluso de cacheo a los asistentes antes de entrar en la reunión. Utz ya no está solo en su cruzada. Nunca lo ha estado, pero seguro que habrá quien se apuntarán al consuelo que proporciona saberse imitado.