EMILIO ARTEAGA. ¡Feliz Navidad!. Una frase para un título que parece, y es, de lo más tópico y típico, especialmente si coincide, justamente, con el 25 de diciembre, el día de Navidad, lo que me ha generado serias dudas a la hora de utilizarla, pero, por otra parte, en estos tiempos en que la situación social es calamitosa, las noticias son uniformemente negativas y las perspectivas no son precisamente halagüeñas, ¿de qué se puede escribir el día de Navidad?. Al fin y al cabo, estos días los dedicamos, desde tiempos inmemoriales, a reuniones familiares, con comidas y celebraciones festivas y deseos generalizados de paz y felicidad. Hasta el siglo XX, en Europa incluso se acordaban treguas en las guerras con motivo de la Navidad. La fiesta cristiana es heredera directa de celebraciones mucho más antiguas, la mayoría relacionadas de un modo u otro con la llegada del solsticio de invierno y el fin del ciclo anual de las tareas agrícolas, lo que suponía unas semanas de escaso trabajo y permitía dedicarse a actividades de asueto, incluso por parte de los esclavos, como ocurría en las saturnales romanas, que culminaban con la conmemoración del final del ciclo de días progresivamente más cortos y, con el inicio del alargamiento de los días, la celebración de Sol Invictus. También tenían festividades similares los griegos, los antiguos escandinavos, los pueblos germánicos, los eslavos, los celtas y otros muchos pueblos del mundo antiguo.
Así pues, aunque los ánimos no estén para tirar cohetes, en momentos especiales como estos días los humanos tendemos a hacer abstracción de las penas cotidianas, una especie de tregua con las hostilidades que nos afligen, e intentamos pasar las fiestas lo mejor posible con la familia y los amigos, de modo que no me ha parecido oportuno, en el mismísimo día de Navidad, escribir acerca de nuestros males estructurales. Además, estos días ya hemos tenido, con excepción de una exigua minoría afortunada, la desilusión de la lotería (un año más no nos ha tocado ningún premio digno de tal nombre, a la mayoría tampoco la pedrea y ni siquiera el reintegro) y hemos vuelto a repetir otra frase tópica y típica: “lo importante es tener salud”, frase que este año alcanza también una dimensión nueva, más allá del tópico. Es ciertamente importante que mantengamos una buena salud, ya que con el deterioro del sistema sanitario y el incremento rampante de los copagos y repagos, recuperar la salud, si la perdemos, será más difícil y mucho más caro.
Y acabo de hacer justamente lo que no quería, citar uno de los múltiples problemas que se nos han venido encima en los últimos tiempos, así que es mejor volver a los tópicos propios de estos días. Otro de estos tópicos, no por ello menos cierto, es el de felicitar y agradecer a todos aquellos colectivos que tienen que trabajar en los servicios esenciales que no se pueden cerrar. Y este año también, a pesar de los múltiples agravios a los que se ha sometido a los funcionarios y empleados públicos: rebajas de salario, incremento de horario, reducción de beneficios sociales, recorte de días de libre disposición, entre otros, y, como traca final, eliminación de la paga extra, de Navidad para más inri, los ciudadanos pueden tener la seguridad de que todos ellos: médicos, enfermeras y resto del personal sanitario de guardia, bomberos, policías, jueces y resto de personal de los juzgados de guardia, y todo el resto de colectivos que han de trabajar en estas fiestas, no querría olvidar a ninguno, pondrán lo mejor de su saber y entender y actuarán con la máxima profesionalidad para atender a los ciudadanos que lo necesiten.
Lo dicho, ¡feliz Navidad!