Veo con cierta incredulidad cómo el concejal de Transportes del Ayuntamiento de Palma se ha subido a un taxi para comprobar los problemas de esta profesión. Veo cómo muchos celebran esta decisión que le acerca al mundo del taxista.
Ustedes verán: creo que se trata de una tontería demagógica innecesaria. Salvo un bobo, cualquiera puede entender perfectamente los problemas de un taxista, de un piloto, de submarinista o de un enterrador de la funeraria sin necesidad de ponerse en su lugar. Y cualquiera puede tomar las medidas necesarias para solventar los problemas que tiene un sector sin hacer la payasada de subirse a un taxi y recorrer la ciudad.
Si para abordar un asunto, si para tomar decisiones, fuera necesario ponerse en el pellejo de los interesados, el hombre nunca hubiera ido a la luna, jamás nadie hubiera escalado el Everest -salvo con el patrocinador al lado- ni, por supuesto, jamás se hubieran limpiado las fosas sépticas.
Como gesto de cara a la galería, para satisfacer a las fieras, pase. Pero en la realidad no va a descubrir nada que no conociera perfectamente.