Durante la última semana hemos conocido de primera mano la política sanitaria del Govern, escenificada por la consellera de Salut, Carmen Castro, y que no es otra que primero actuar y comunicar la puesta en marcha de una serie de recortes; después, cuando se ha provocado el conflicto, dar marcha atrás, y, finalmente, iniciar un diálogo con todos los afectados, al que se había negado desde el principio.
Los responsables de la Conselleria de Salut se han caracterizado, desde el inicio de la legislatura, por actuar sin escuchar a nadie, sin dialogar, sin consensuar medidas y sin contar con los representantes de los trabajadores. Han sido sordos, ciegos y mudos durante todos estos meses, mientras los recortes se han ido aplicando.
No han querido oír a los profesionales sanitarios, que son los que conviven día a día con los problemas que ellos han creado y cuando éstos deciden hacerse escuchar, montando concentraciones y caceroladas, es cuando la consellera da un paso atrás y cambia radicalmente de postura, desautorizando a los que pusieron en marcha los recortes por orden suya, y quedando también ella, de paso, completamente desautorizada.
Y ahora, después de crear un serio conflicto, empieza a reunirse con todos los afectados, algo que pudo haber hecho antes y no hizo, mientras su director general, Juan José Bestard, calla y ve como todas las medidas que se iban a adoptar han quedado paralizadas.
Dicen que la orden vino directamente de Bauzá, que no quiso un cisma con los alcaldes de su propio partido, pero si fue así, tanto Castro como Bestard deberían tener la suficiente dignidad como para marcharse y no continuar después de haber sido obligados a cambiar su discurso una y otra vez.