La semana pasada se supo que un joven, cuyo mérito es ser presidente de Nuevas Generaciones del PP, había sido nombrado subdirector de gestión de Gesma, una empresa hospitalaria del Govern. Hubo críticas, pero el tema quedó en nada porque esto ocurre siempre en todos los gobiernos, con todos los partidos y al final ya nos hemos resignado a esto hasta que haya un estallido social.
Pero tuvo que aparecer el director del Ib-Salut y decir la suya. Juan José Bestard tenía todos los números para cosechar aplausos en su cargo: venía precedido de una buena imagen, se ha enfrentado con un régimen oscuro donde había un exceso de amiguismo y defiende algunas ideas tan obvias como la necesidad de aplicar el copago. Pero, por contra, es de las personas más fuera de lugar en sus intervenciones públicas. Por ejemplo, uno no puede echar a nadie si por la tarde lo va a readmitir: para esto no lo echa o, en su caso, se marcha. Esta semana, otro ejemplo de inoportunidad: tras haber firmado el nombramiento del presidente de Nuevas Generaciones como subdirector de Gesma, un sapo que se tiene que tragar como todos alguna vez hemos tenido que aguantar, señala que este joven no está aquí por razones políticas y añade que “se han dado muchos casos de personas sin estudios que se han revelado como excelentes gestores”.
A mí esto me parece una provocación inadmisible, arrogante e impropia de alguien que tenga los pies sobre la tierra. Entre las cien mil personas, cien mil, que están en el paro en Baleares, que pagan sus impuestos, por supuesto que hay una gran cantidad de posibles gestores cualificados para este cargo. Y por supuesto que es inadmisible que sugiera que en este caso igual termina por tener un buen gestor.
Es una ofensa, en un momento como el actual, decir que este nombramiento es un azar. Todos sabemos que pronto habrá un congreso del Partido Popular en el que el voto de Nuevas Generaciones bien vale los 49 mil euros anuales que va a ganar este chico. Y todos sabemos, cómo van estas cosas.