El final del verano
martes 23 de septiembre de 2014, 21:00h
La canción decía que, llegó y tú partirás. El fin del ciclo veraniego nos adentra, casi de improviso, en un montón de referencias en la agenda, que da vértigo. En casa, las de la familia; en el trabajo la de los jefes; en la pandilla, la de los amigos que ya no lo son tanto; y entre todos, las de la vida pública, económica y social. En conjunto otra pena para mi coño, como dicen los de Cádiz.
Regreso del continente y leo la prensa y no me creo la mitad de las noticias. Intento poner orden en este desaguisado y soy incapaz de analizar qué pasa y por qué.
Desde Magalluf y sus, y digo sus, mafias, hasta Madrid con las suyas, todo el país está que se cae a trocitos. El poder judicial que no puede con el ejecutivo (Gallardón); el ejecutivo que no puede con el judicial (TIL); el legislativo que no puede con el legislativo (Son Espases); y el ejecutivo que no sabe, no contesta y no puede ni con unos ni con los otros. Releo las declaraciones y opiniones sobre Catalanuya y me da pena. Me pongo a buscar razones por la pasividad de la fiscalía en el caso de Magalluf, y no encuentro razones ni excusas. Leo que Isern se pone el mundo por montera mientras que los suyos, es decir, sus verdaderos enemigos, le hacen la cama con edredón incluido. Por cierto, un poco de cultureta, busquen la palabra eider y descubran el ave que da nombre a esas plumas. Pero volviendo del ártico y aterrizando en Mallorca, me quedo sin palabras ante lo silencios de los empresarios de Magalluf, que ya están cerrando puertas y que se irán de vacaciones al caribe Mexicano, que es el futuro destino de los turistas jóvenes ingleses si las dos compañías, una española y la otra británica consiguen ayudas estatales, rebaja por tasas en el aeropuerto de Cancún y precios competitivos de los hoteleros (la mayoría mallorquines) que están dispuestos a quedarse con ese turismo.
Y no haré ningún comentario sobre el juicio a Catiana Vicens. Creo que el ejecutivo utiliza al judicial para acabar con la fuerza, ya no de los sindicatos, más bien de los sindicatos marxistas, leninistas de izquierdas y rojos, como ellos dicen. Lo malo para ellos, es que olvidan que la gran mayoría de los afiliados a la UGT y a CCOO de hoy en día, son ejecutivos de grado medio. Es decir, mandos intermedios. Y esos, ojo, votan al centro derecha. O votaban.
Ya veremos dijo un ciego y se cayó al suelo.