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Kampora

Por Francesca Jaume
martes 16 de septiembre de 2014, 12:53h

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Prometo que no quería escribir sobre el RCD Mallorca. La semana pasada se cumplió un año de la apuesta de mallorcadiario.com por la columna de opinión, y durante todo este tiempo me he resistido. El detonante de mi “¡Ya no puedo más!”  ha sido la desfachatez de Gabriel Cerdá al preguntar en rueda de prensa qué ha hecho mal. Parece que tiene el síndrome del conductor de autopista que va en dirección contraria.

Hace dos años que la planta noble se ha convertido en una vergüenza que sonroja a todos los mallorquinistas. En vez de tratar de sumar para que el equipo pueda volver a Primera División, sus miembros recrean una esquina del Bronx donde los disparos van y vienen a quemarropa. Sin disimulo. Han provocado tal nivel de hastío que ya nadie –que no tenga interés directo- pierde el tiempo en defender lo indefendible.

No voy a entrar a disculpar a ninguno de los consejeros del club, no despiertan tal motivación ni en mí ni en el resto de aficionados. A cualquiera que se le pregunte la respuesta siempre es la misma: Tendrían que irse todos.

Pero no lo hacen. ¿Motivo? Por supuesto, el dinero. Algunos se sentirán más los colores que otros, pero si tienen que elegir entre el bermellón y el morado lo tienen claro. Y tengo que decir que considero que aquél que ha arriesgado su dinero es muy normal que le busque un rendimiento.  Aunque, a todo ello, me pregunto cuánto dinero líquido ha entrado realmente al club a través de la compra de acciones.

Se suele decir que a río revuelto ganancia de pescadores, quizás por ello, algunos necesiten enturbiar las aguas al máximo para así capturar más euros. Cuando lo pienso me viene la imagen mental de una piraña, conocida por sus afilados dientes y por su insaciable y agresivo apetito por la carne.

Los aficionados mallorquinistas están demostrando tener un temple que el Consejo de Administración no se merece. Con el historial de estos últimos meses, es de alabar que aún vaya alguien al campo y que queden esperanzas en el proyecto de Dudú Aouate. Es verdad que el israelí proyecta una imagen exterior infinitamente más seria que los demás, sin embargo, está con las manos atadas, y desligarlas tiene un precio de momento excesivo.

Que la trayectoria del equipo sea un desastre las dos últimas temporadas, y lo que llevamos de ésta, sólo es una consecuencia de la mala convivencia institucional. ¿Qué jugador puede estar motivado cuando ve que en las altas instancias se libra una guerra campal? ¿Cómo jugar centrado cuando durante la semana te han venido submarinos de una parte y otra a comerte la cabeza?

Es de necesidad imperiosa resolver la conflictividad institucional porque de lo contrario mal pronóstico deportivo tenemos.
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