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La cocina del Consell de Mallorca

Por Ferran Martínez
lunes 08 de septiembre de 2014, 18:28h

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Vaya “capdefavada”. Los cocineros del Consell otorgan el premio de cocina a...!Tatachaaan! Pero esto qué es? Las buenas cocineras-cocineros, se lo merezcan o no, tienen otros escenarios para que les coronen o les reconozcan sus virtudes culinarias. Las medallas del Consell son -supongo- otra cosa. Se crean para distinguir a personas o entidades que han contraído unos méritos y categorías respetables, indistintamente de que tengan o no tengan petigrís mediático o simplemente populachero, como la cocinera que ha sido distinguida con medalla del Consell, porque representó a Mallorca, en uno de estos programas cuyo nombre prefiero olvidar. Seguramente, que la mallorquina, cocina como los ángeles, no lo dudo, pero ya recibió su reconocimiento. Aquí,se podría haber premiado por ejemplo: a los voluntarios que se la jugaron apagando -junto a otras fuerzas vivas- el fuego que hace un año arrasaba gran parte de la Serra de Tramuntana, o los cocineros, cocineras y ayudantes de cocina, que cada día guisan en los fogones de cualquier comedor social y se lo curran y se las arreglan para sacarle todo el jugo a lo que tienen, con el fin de lograr el menú del día y lo consiguen, incluso aveces, se sorprenden con el resultado de una exquisitez, que ni el ferran con su nitrógeno líquido y sus otras alquimias, ni otro género de fantasmas al uso, son capaces de encontrar por si solos, se lo aseguro.

Creo, que en la Cocina del Consell de Mallorca, a alguien se le ha pasado el arroz. No es raro -lo sé por propia experiencia- en las comisiones donde se proponen a los medallistas, siempre tiene que haber algún “capdefava amb orelles” al que se le permite la fantasmada.

Tengo que reconocer que: salvo los didácticos y entretenidos programas de cocina de los maestros cocineros de ib-3 TV, detesto y me dan repelús, estos concursos donde se otorgan este tipo de premios, después de que los concursantes atraviesen y aguanten una larga sarta de descalificaciones, de improperios denigrantes, indignantes, protagonizados en su mayoría, por una especie de sanedrín de inquisidores de los fogones y, algunos gordos guisadores de rancho, a los que para colmo, se les ríen las gracias y se les parodian sus poses, sus insultos al personal y otros excesos verbales.

Aguantar lo que he visto y he oído, para que te den... no sé qué reconocimiento, por cocinar no sé qué pócima, al gusto de estos jueces ...vamos, como poco denota el perfil de este tipo de concursantes, quienes aveces, parece que les gusta pasarlo mal y que les hagan llorar. La dignidad no tiene precio.

A los buenos cocineros se les nota de sobras, tienen el local siempre lleno, muchas veces hay que reservar, no te clavan y seguramente que al acabar la jornada cuando nadie les ve, se fríen dos huevos con chorizo – sobre todo ahora que hay muchos- unas patatas fritas, un pimiento verde rehogado- y de postre, un danone natural.

Soy plenamente consciente, que la masa no dejará de aplaudir este tipo de experimentos culinarios, como son los concursitos reseñados, lo siento, pero tengo que decir que algunos pocos, ante tales bazofias, se televisen o no, preferimos ayunar y abstenernos. Gracias por la medalla.
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