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Una Copa del Rey de espaldas a la ciudad

lunes 04 de agosto de 2014, 19:06h

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No ha empezado con buen pie la 33 edición de la Copa del Rey de Vela. Se extiende la sensación de que es un evento de cúpula que se desarrolla no sólo a espaldas de los socios del Club Náutico sino, lo que es mucho más preocupante, a espaldas de la ciudad de Palma. Hace tiempo que los organizadores enfocan mal lo que tendría que ser un gran evento social, vivido y apreciado por la población. La realidad muestra todo lo contrario. Han caído en un elitismo estéril que desdibuja esta competición y la hace extraña a los ciudadanos.

Los organizadores creen que lo tienen todo solucionado porque cuentan con la presencia de Felipe VI y confían que a partir de este apoyo real todo lo demás se les caerá del cielo por añadidura. Craso error. Esta manera displicente de actuar recuerda mucho a los mallorquines los modos y maneras de Jaume Matas, que también se creía tocado por los dioses por sus buenas relaciones con la Familia Real. Pensaba que tenía suficiente con hacerle la reverencia al yerno de don Juan Carlos. Ya se han visto las consecuencias. Primero fue expulsado del poder cuando tenía todos los condicionantes objetivos a su favor y luego acabó como todos sabemos y más vale no recordarlo.

Nada puede hacerse en el siglo XXI de espaldas a la gente. Ningún evento, por muy altas que sean sus miras, puede aspirar a llegar demasiado lejos en el respeto social si se convierte en un ejercicio de torre de marfil. La Copa del Rey se está desarrollando mientras el grueso de la ciudadanía la ignora y no pocos la menosprecian.

Y eso no es bueno para nadie, y menos para el joven Felipe VI, que llegó al trono hace muy poco tiempo y que desde el primer momento se está esforzando para ser un monarca del pueblo, cercano a todos, consciente de los problemas de todos y aspirando a ser palo mayor de una nave colectiva que siempre debe llegar a buen puerto.

Esta organización de la Copa está haciendo un flaco favor a quienes teóricamente pretende ensalzar. Es duro afirmarlo, pero desde la perspectiva del entendimiento de una competición deportiva como un gran acto dirigido a la comunidad, no alcanzan el nivel exigible. Se comportan como individuos del siglo pasado, displicentes y, en consecuencia, poco útiles para  los nuevos tiempos. El tiempo ha pasado por encima de ellos. O espabilan o se los llevará el viento.