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La hepatitis C y el futuro del SNS

martes 08 de julio de 2014, 09:06h

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La Agencia Europea del Medicamento aprobó en enero de este año el uso de un nuevo medicamento para tratar la hepatitis C, el sofosbuvir. La novedad que aporta este medicamento respecto de los que se vienen administrando hasta ahora, es que cura la infección en más del 90 % de pacientes, con muchos menos efectos secundarios y que es efectivo contra todos los genotipos del virus. El problema es su coste, entre 50 y 65 mil euros para los tratamientos de un solo ciclo y hasta 135 mil euros cuando se ha de administrar una segunda tanda.
La hepatitis C es un enfermedad crónica, que evoluciona en silencio durante años y que en muchos pacientes acaba en cirrosis, insuficiencia hepática terminal y cáncer de hígado. Los tratamientos actuales tienen una efectividad del 40 al 70 % de los casos, dependiendo del genotipo de virus y del estado del paciente, son más efectivos en personas con cuadros leves y poco evolucionados de la infección y mucho menos en los casos más avanzados y graves. Además tienen severos efectos secundarios que muchos pacientes no pueden soportar, lo que les obliga a abandonar la medicación. Muchas personas acaban necesitando un transplante de hígado, pero, en muchos casos, la depresión del sistema inmunitario producida por la medicación contra el rechazo acelera la progresión de la infección, lo que conduce a que el nuevo hígado se deteriore con rapidez y, en pocos años, el paciente se encuentre de nuevo en la situación de necesitar un transplante.
Así pues, la disponibilidad de un tratamiento efectivo, que consigue la curación de la infección en casi todos los pacientes y que tiene muchos menos efectos secundarios que los actuales, debería ser una noticia excelente. Pero no está siendo así, sino más bien una frustración, porque el medicamento, seis meses después, aun no está a disposición de los médicos y pacientes, debido a su precio. El Ministerio de Sanidad y la Agencia Española del Medicamento argumentan que están en negociaciones con la empresa farmacéutica fabricante para conseguir una rebaja en el precio y que, mientras tanto, se ha establecido un protocolo para solicitar la medicación para los casos graves y urgentes que lo necesiten.
Sin embargo, en la práctica se ha denegado la gran mayoría de las solicitudes de tratamiento, para desesperación de médicos y pacientes. En estos seis meses, por ahora, de retraso, muchos de los pacientes con procesos más avanzados y graves han visto como se les denegaba el tratamiento y como su situación va empeorando cuando ya existe un tratamiento eficaz.
Esta situación que se ha creado con el sofosbuvir es muy preocupante, por razones que van mucho más allá de ella. Que un medicamento eficaz contra una infección que tiene consecuencias muy graves para los pacientes, lleve medio año aprobada y aun no esté disponible para su administración por motivos exclusivamente económicos, produce inquietud en el presente y un gran desasosiego pensando en el futuro inmediato. En los próximos años van a llegar muchos nuevos fármacos y nuevas tecnologías diagnósticas y terapéuticas, que supondrán un enorme progreso, un paso de gigante en la capacidad de la medicina de detectar y tratar las enfermedades, algunas hoy en día incurables y también de reparar los daños provocados por dolencias, traumatismos o por el envejecimiento natural, muchos hoy por hoy irreparables.
Los ciudadanos españoles hemos vivido los últimos cincuenta años con la tranquilidad de saber que, fuera cual fuera nuestra condición social y económica, teníamos garantizada una asistencia sanitaria de máxima calidad y cobertura universal. Ahora, casos como el del sofosbuvir, nos hacen pensar que quizás eso no siga siendo así ya desde ahora mismo. Parece que avanzamos hacia un sistema nacional de salud depauperado y descapitalizado de recursos económicos y humanos, que solo proporcionará una asistencia básica y que los tratamientos muy caros y complejos estarán al alcance solo de aquellos que puedan pagarlos.
No deberíamos consentir, como sociedad, que nuestros gobernantes lleven nuestro SNS a una situación similar a la de los Estados Unidos y otros países, en los que para las clases medias con seguros médicos regulares, el que un miembro de la familia tenga un problema grave salud significa la ruina económica y para las clases bajas, con seguros médicos básicos o sin seguro médico, significa simplemente soportar el deterioro y esperar la muerte.
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