El suicidio: Un naufragio emocional
miércoles 11 de junio de 2014, 17:06h
Con demasiada frecuencia olvidamos que descendemos de un mono asesino. El ser humano nace agresivo y se vuelve violento. La agresividad es innata y adaptativa. La violencia siempre supone un daño y una dificultad para el desarrollo de la vida y una hipoteca para la evolución del ser humano tanto a nivel individual como colectivo.
Hay personas que se instalan en la violencia como la única manera de sobrevivir, parasitados por el odio, el miedo, el resentimiento y la desconfianza en ellos y los demás. La mente es un producto del cerebro y este es un órgano social. El cerebro humano tiene un límite, es como la tarjeta visa, a veces entra en quiebra total y el psiquismo se desborda como un gran tsunami (depresión, desamparo, desesperanza) o páramo emocional (desafección total por los que queremos) se activan circuitos para la autoagresividad.
No hay acto humano más enigmático que el suicidio. La complejidad de la mente humana contrasta con el volumen y el peso del órgano que rige nuestras vidas. El cerebro solo pesa un kilo y medio, pero esta muy urbanizado y trabaja a destajo. Es un conectoma de cien mil millones de neuronas que establecen billones de interacciones. Algunas de ellas no tienen como objeto la autoconservación sino la autodestrucción. Hacer la autopsia psicológica de una conducta suicida es una tarea difícil y complicada. Descifrar las claves precisa analizar muchas variables. La autopsia psicológica de las conductas suicidas busca rastrear la intrahistoria que subyace en la conducta autodestructiva. Tenemos los hechos, pero desconocemos el guión. La clave siempre esta en el manejo de dos elementos: individualizar y contextualizar el fenómeno a nivel interpersonal y social.
El análisis siempre debe de contener tres elementos: cual era el pretexto, cual ha sido el texto y como es el contexto. Las conductas auto líticas no son clónicas. Existen elementos comunes que nos permiten explicarnos porque nuestro cerebro pone en marcha el circuito de la autodestrucción. La triada maligna es la depresión, con sentimientos de desesperanza y culpa y los duelos. Los autorreproches culpabilizadores, que cual mafia mental extorsiona una y otra vez a nuestra autoestima, la solo-edad o déficit de vínculos de apoyo social. A veces no hay carencia, pero los sentimientos de culpa, vergüenza y de indignidad son tan abrumadores que no se pide ayuda, instalándose un nihilismo salvaje en el que el no, la nada y el nadie tiranizan el resto de la actividad mental).
La depresión y la soledad nos conducen a situaciones de extrema vulnerabilidad e indefensión. Estamos preparados para soportar muchas cosas, pero la soledad psicológica, (buscada en los pacientes gravemente deprimidos) es el peor de los tormentos, por encima de la muerte Si existe patología depresiva previa el factor gatillo puede ser cualquier situación traumática y dolorosa o cualquier acontecimiento vital que nos genere miedo, perdida, ansiedad e incertidumbre. ¿Cual es la intrahistoria de una, defenestración, una precipitación, de un ahorcamiento? ¿Y de los homicidas-suicidas que antes matan a su esposa o a sus hijos? Muchas veces no la conocemos. Hay muchas preguntas pero a veces, tenemos pocas respuestas. Hay que tener en cuenta muchos factores causales: la biografía, la personalidad, el contexto familiar, la existencia de antecedentes de patología psiquiatrica y sobre todo su estado mental en los días previos. Padecía patología depresiva o psicotica. ¿Oía voces? ¿Tenia delirios paranoides? ¿Se comportaba de forma anómala o rara? ¿Se sentía perseguido o confuso? ¿Estaba en tratamiento psiquiátrico? ¿Tenia antecedentes de conductas impulsivas? ¿Estaba su estado mental tan alterado que anulo sus capacidades volitivas y conativas y condiciono sus conductas? ¿Consumía drogas? ¿Había sufrido duelos recientes? ¿Que tsunami emocional arrasa la racionalidad? ¿Es la culpa persecutoria la mafia extorsionadora de su mente la que le hizo buscar la anestesia eterna a través del suicidio? ¿Por qué no decidió compartir su despido interno, su vulnerabilidad y su indefensión con otros? ¿Porque no pidió ayuda? Cuanto sufrimiento insoportable en la cueva inhóspita de la soledad.
El agujero mental negro engulle los vínculos afectivos y la pulsión de muerte impera sobre la vida En la vida hay situaciones que son puñaladas traperas a la autoestima y que suponen una pérdida del significado vital. Teniendo en cuenta que todo tipo de violencias: la individual, familiar, social e institucional se encuentran en permanente interacción, y que unas contienen y determinan a las otras, nuestro empeño debería de orientarse a humanizar un espacio social donde no se excluya a nadie y ahí es clave el papel de la familia, la escuela, la adecuación de los liderazgos sociales y los servicios de salud mental. Cuanto daño ha hecho y hace en la estigmatizacion de los pacientes que padecen trastornos mentales y la asociación mediática entre violencia y patología mental. Su tendencia generalizada es a hacerse daño a ellos mismos, no solo con el suicidio sino con su propia autestigmatización.
La prevención del suicidio es una tarea prioritaria en nuestra salud pública sobre todo en este contexto psicosocial que estamos viviendo. No solo hay que diagnosticar y tratar adecuadamente la depresión es imprescindible la puesta en marcha de estrategias sociales, jurídicas y sobre todo políticas que reduzcan situaciones de riesgo, que son en la mayoría evitables No olviden que el vínculo con los demás sostiene nuestra propia vida, ya saben la pena compartida se divide por dos.