Felicidad incomprensible
jueves 15 de mayo de 2014, 14:19h
Estoy realmente preocupado por lo que he escuchado y leído esta semana con motivo del escabroso asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco.
Antes de exponer los motivos de mi alarma, quiero empezar diciendo que no estoy a favor de beatificar a una persona a la que han asesinado, aunque creo firmemente que sus seres queridos merecen que, al menos públicamente, se la respete y no se ofenda gratuitamente su memoria.
Entrando ya a analizar la situación, creo que la situación es enormemente preocupante. Isabel Carrasco ha sido el catalizador del odio ciudadano hacia la decadente clase política y/ de forma que su violenta muerte ha sido, para muchos, un acto de justicia, una consecuencia de los innumerables escándalos, mangoneos y faltas de respeto que hemos sufrido los ciudadanos.
Sin embargo, Isabel Carrasco era solamente un eje más de un sistema que no funciona, de un sistema que rescata a los bancos y no a las personas. Isabel Carrasco no inventó el sistema ni cobraba lo que cobraba de forma ilegal, sino que entró a formar parte del mismo igual que muchos otros y se aprovechó de sus múltiples e injustificadas ventajas.
Ahora bien, lo que me ha dejado sin palabras es la extrema crueldad e insensibilidad mostrada por muchos en las redes sociales, particularmente en Twitter. Los mensajes son, sencillamente, delictivos, y quienes los escriben, poniendo directamente su nombre o amparándose en un perfil falso, deben pagar por ello. Aunque, lo digo sinceramente, confío en que esas personas se hayan dejado llevar por una suerte de envalentonamiento y pérdida de papeles colectiva y no piensen realmente las cosas que afirman, pues confirmarían que esta sociedad está enormemente enferma… Y de esto no podemos culpar a los políticos.
Yo personalmente, y están mis artículos para demostrarlo, me muestro enormemente crítico con el actual funcionamiento del sistema. Creo que los políticos encarnan una suerte de paternalismo condescendiente que ataca frontalmente, e infravalora profundamente, la inteligencia de sus electores. En lugar de explicar sus triquiñuelas nos entretienen creando un afecto artificial hacia unas siglas y acusando al resto de hacer lo mismo que ellos pero multiplicado por 10, además de crear leyes que les permiten evitar ser enjuiciados por los mismos jueces que el resto de ciudadanos.
Y, aunque pueda pecar de nihilista, no creo que ningunas siglas en concreto vayan a arreglar el actual sistema, sino que debe cambiarse para que esencialmente exista un férreo control sobre la actividad de los políticos y que no despertemos, día sí y día también, conociendo que Fulanito tenía 80 cuentas en Suiza.
Aunque a muchos les pesa, no estamos en Juego de Tronos. Nadie se merece que alguien vaya por detrás y le descerraje 3 tiros por la espalda y que, cuando esté en el suelo, le de dos más para rematarle. Al igual que nadie se merece que le peguen 5 tiros y que unos impresentables se dediquen a utilizar su limitada capacidad de ingenio y su mala ortografía para hacer chascarrillos sobre el suceso, cuando no para directamente brindar por su muerte.
Vuelvo a decirlo: ni este artículo es una oda a la memoria de Isabel Carrasco ni justifico, en modo alguno, los desmanes cometidos por sus Señorías. Pero una cosa es no comulgar con un sistema acabado y otra es alegrarse de que a alguien le asesinen a balazos o reírme de las impresentables gracietas de quienes se felicitan por su fallecimiento.
Por ello quiero transmitir mi más sincero pésame a sus familiares y seres queridos.
Por último, a quienes escribieron esas barbaridades, me gustaría decirles que leyeran en abstracto sus palabras, la maldad extrema que las mismas transmiten, y analizaran si realmente piensan lo que dicen y, si es así, que se lo hagan mirar.
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Últimos comentarios de los lectores (2)
22983 | Eugenito - 16/05/2014 @ 16:38:10 (GMT+1)
Estoy totalmente de acuerdo con el artículo. Nunca querría justificar ningún comportamiento delictivo, y menos éste, pero me gustaría hacer una reflexión que puede evitar más hechos parecidos al suceso de León.
Ser considerado como una persona sin escrúpulos, sin talante o sin vergüenza son cosas que pueden doler a quien pueda permitirse el lujo de tener un mínimo de dignidad, que en esta sociedad está muy relacionado con el estatus social o, directamente con la situación económica y laboral de cada uno.
Lamentablemente, cada vuelta de tornillo en los "recortes", cada nueva ley que aumenta las desigualdades, cada "privilegio" que pierden las clases medias y cada escándalo relacionado con la corrupción, va arañando lo poco que nos queda de dignidad, escrúpulos, talante o vergüenza.
En los casos más severos, hay gente que hace unos años fue persona y ahora ya no es nada, no puede hacer nada y no le queda nada. Ni siquiera futuro.
Quien no tiene nada, tampoco tiene nada que perder. Es como el "fuera de juego" del fútbol, como le ocurre a los adolescentes que fueron excesivamente castigados de niños, o a los condenados a cadena perpetua.
Sin una mínima esperanza de volver a crecer como personas, a estos individuos, que ya pasan de una sociedad que pasó de ellos antes, solo les queda disfrutar por este tipo de desgracias... No solucionan nada, pero son un bálsamo muy potente para unas heridas relacionadas con las mentiras y eufemismos de nuestro presente, con la hipocresía de la clase política y con la creciente impunidad de quienes manejan el timón.
No justifico nada, pero aviso. Si seguimos por este camino, habrá cada vez más gente sin futuro y la desesperación se contagiará en forma de nuevas ofensas, nuevas agresiones y posiblemente nuevos atentados.
Lo más grave de todo, es que las palabras de condena (compartidas por muchos de nosotros, pero normalmente pronunciadas por los mismos que imponen o consienten los recortes que nos están llevando al caos), se están entendiendo como provocaciones o directamente incitaciones a seguir la escalada de violencia, porque sin un presente y sin un futuro, la gente condenada para siempre al resentimiento no puede ni quiere practicar la solidaridad de un solo sentido y ríe entre dientes mientras piensa: "ahí les duele".
22982 | Juan Pérez - 16/05/2014 @ 16:01:34 (GMT+1)
La peña no distingue...
Buen diagnóstico
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