Primarios y primarias

No dejan de ser primarios algunos comentarios sobre las primarias que acaba de celebrar el PSIB. Algunos dicen que el partido está dividido, que Armengol tiene una mala papeleta, que no ha ganado nadie… A mí me parece un signo positivo que miles de personas –militantes, simpatizantes y amigos—hayan participado en la elección; me parece positivo que los partidos se abran a la sociedad; me parece positivo que, por uno u otro motivo, el PSIB haya estado presente en los medios de comunicación.

Bien es verdad que unas primarias pueden resultar un trauma en algunas ocasiones, pero la democracia no debería significar un trauma nunca. Precisamente, el gran problema de los partidos es que todavía no perciben que se encuentran muy lejos de la sociedad, que deben mudar sus estructuras, sus órganos de participación, su relación con las entidades sociales. Los partidos están más perdidos que los espectadores en el último capítulo de Lost. Son tan estáticos que difícilmente cambiaran a pesar de la constante demanda social.

Armengol debe ahora administrar su victoria y la derrota de Calvo, porque suya es ahora la responsabilidad de los dos hechos. Es posible que le cueste más gestionar la derrota del rival que su propia victoria, pero el lector debe saber que, en general, gestionar un partido es difícil bajo cualquier circunstancia. Se trata de gestionar muchos egos, muchos militantes que se piensan históricos, otros que creen que se debe romper con el pasado, algunos que aseguran que indefectiblemente el futuro debe pasar por sus manos, los que exhiben capacidades que no tienen, los que aspiran a cargos, los que aspiran a lo que sea, los que no respiran para no dejar de estar en la foto, los que tienen criterio y los que no lo tienen, los que siempre protestan, los pesados que tienen la solución a todo… y un larguísimo etcétera.

Pasadas las primarias, queda un año para las de verdad, las que marcaran nuestro futuro. Esas son las que verdaderamente cuentan.