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La oscura mano que conforta

lunes 31 de marzo de 2014, 10:21h

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¿Por qué no iba a ser justo echar a los inmigrantes sin trabajo de un país? Si no trabajan, ¿Por qué se les va a dar ninguna ayuda o prestación social, si son extranjeros? Esta serie de reflexiones y preguntas son habituales en corrillos o en barras de bar, a media mañana. Claros indicadores de cómo está el país, cómo se está en casa a final de mes, o cómo esbozamos un futuro a nuestros hijos.

Desde Berlín se ha lanzado la primera ofensiva, aunque no es el único país que trabaja en esa línea. El gobierno belga también interpreta la normativa europea en ese sentido, y expulsa a aquellos inmigrantes que suponen una “pesada carga”. Algunos de ellos, españoles.

El populismo es una enfermedad mortal. Ataca directamente a la libertad. Va parejo con el racismo, lacra ésta que puede acabar con la vida humana.

La coyuntura socioeconómica es propicia para introducir un discurso populista. Una sociedad cansada y triste es un campo abonado para que esas perlas destructoras calen hondo. Nos han empobrecido a todos los niveles.

El pariente o amigo, vecino o conocido pobre, enfermo, fracasado o con problemas es recibido con menos alegría que el triunfador. El primero necesita nuestra ayuda, o nuestro tiempo. ¿Qué no necesitará un rumano pobre?

Prejuicios tenemos todos, o casi todos, pero el verdadero problema, su raíz, está en una zona profunda y remota. Un lugar al que casi nadie se atreve a aventurarse. Puede que ese lugar sea la misma naturaleza humana. Un tema complicado. Parece que hay población excedente.

Hoy, los ciudadanos, agotados ya ante la falta de soluciones, y víctimas de la masacre socioeconómica que ha sufrido la clase trabajadora y la clase media europea, necesitan respuesta. Los partidos de centro-izquierda tiemblan. Aquí es donde entra la extrema derecha, la mano que empuña además el populismo. El discurso que conforta a esta sociedad vencida y vendida por sus gobernantes, a modo de esclavos al sector bancario. Esos ciudadanos exprimidos y desorientados, esperan un mesías.

Y ahí está la extrema derecha. Son un engaño, representan al infierno más cruel, a la matanza de libertades más sanguinaria, pero ahora llevan ventaja. Hay una teoría utilizada por psicólogos, que recuerda el sociólogo César Rendueles en su ensayo Sociofobia y aplicable aquí. El miedo a perder aquello que consideramos nuestro, cualquier bien material. Nuestro bienestar adquirido, en un breve espacio de tiempo y de cualquier forma, es lo que tememos perder. Aprovechan los poderes populistas para cargar la amenaza a los venidos de fuera, cuando en realidad, el mal está hecho desde dentro de nuestras fronteras y de la mano que firma las leyes.

Las moscas no pueden matarse a cañonazos y la información lleva a la opinión.
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