El placer de mirar
sábado 29 de marzo de 2014, 10:37h
Asistiendo a tertulias y a reuniones en sitios olvidados he descubierto un placer sin igual, el mirar vidas ajenas. ¿Como será ese placer que a muchas personas deslumbra y engancha? Ello es sin duda debido a que el placer de mirar y de observar vidas es divertido.
Desde joven, tengo que reconocer que me encanta sentarme en la ciudad de Palma, en una de esas terrazas abarrotadas con mi café fuerte animado con chorrito de leche. Y desde esa confortable y privilegiada posición dedicarme a una de las diversiones más amenas que cualquiera puede disfrutar, el mirar.
Estos días de primavera donde las terrazas de la ciudad se abarrotan de jóvenes, turistas y vecinos, es divertidísimo observar a la gente, en todo su esplendor y en su salsa. Unos hablando de la crisis, los otros de los políticos y fiscales y de la vida en la isla, que ya no es vida; los jóvenes dirigiéndose miradas, totalmente absortos en su mundo de seducciones y juegos y los turistas solos o con sus guías engullendo la ciudad. Una, que aprendió a leer entre líneas y labios lejanos, se divierte viendo este circo mundano, el cual es infinitamente más recomendable que la televisión y por supuesto, mucho más humano y cercano.
En una de estas tardes y ratos amenos de dedicación a mi misma, reconozco que despertó mi curiosidad un hombre solo, sentado en un café, con su iPad en las manos y dibujando unos trazos. Interesante ¿A qué se dedicara? No parecía de aquí, más bien foraster, pero no extranjero. Con cabello rubiocobrizo, grande y elegante; Sus ojos concentrados en el iPad notaron, porque esas cosas se notan, que alguien le miraba... Cuando levantó la vista y nos cruzamos la mirada fue tal el revolcón en mi estómago y cuerpo que no sabía hacia donde mirar, increíble en una “miradora” profesional como yo.
Lo divertido del asunto es que nos conocíamos, era una de esas personas que conoces en uno de esos maravillosos viajes por el mundo, en otras épocas y ciudades más frías aunque excitantes. Nuestra vida era más fácil y sin control antaño, pero ese reencuentro me pareció de lo más revelador.
Por ello no dejo de pensar que el placer de mirar y observar es un lujo al alcance de todos, unos cuando miran se inventan la vida de las personas, que también hace divertido el juego. Otros, como yo, simplemente nos dedicamos a escuchar el bullicio de la ciudad y alimentar hallazgos, secretos y manifestaciones. En definitiva, el placer de mirar y observar es elaborar una hipótesis como posible explicación de un fenómeno o suceso.
Gracias a la ciudad de Palma por ser tan cosmopolita al igual que tan cercana para ello.