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Operación centro

jueves 27 de marzo de 2014, 08:23h

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Aunque falta todavía poco más de un año para la cita electoral autonómica, en términos políticos eso es a la vuelta de la esquina.


El desgaste natural de la acción de gobierno, sumado al cabreo general que han ocasionado las tribulaciones económicas de gran parte de la población y algunas decisiones incomprensibles, tienen que producir, a la fuerza, un efecto tangible en la suma de los votos que consiga el actual grupo mayoritario.


Más difícil de explicar es la situación de la oposición, especialmente del PSOE, empeñado en evitar a toda costa que el PP deje de gobernar. La lucha fratricida Armengol-Calvo, sumada a la inexistencia de un candidato en Palma -que ni siquiera se adivina- deja un espacio inmenso para el crecimiento de opciones de centro izquierda.


Por otra parte, el conglomerado Més -capitaneado por el PSM- está absolutamente desubicado, porque ahora que el PSOE se bate tocado en retirada, en lugar de aprovechar para centrar su mensaje político y afanarse en tratar de arañarle voto urbano, decide todo lo contrario, dar cancha a la izquierda extraparlamentaria y apostar por el soberanismo y el llamado derecho a decidir, mensaje que es propiedad de una ERC cuya capacidad de crecimiento en nuestro archipiélago es limitada. A todo esto, no podemos desdeñar el efecto que puedan tener en un grupo tan pequeño como Més las posibles imputaciones del recién conocido caso de los vagones de SFM. Ya conocemos las devastadoras consecuencias que para los partidos no estatales han tenido los casos de presunta corrupción. Después de dar lecciones de moralina política durante años, ¿presentará Més a alguno de sus candidatos si resulta imputado?


Y qué decir de Izquierda Unida, que espera el milagro de que la inercia estatal le beneficie aunque a sus líderes baleares no los conozca nadie. Pero que no se engañen, muchos votantes de izquierdas no les votarán jamás mientras tras esas siglas se esconda el Partido Comunista, o mientras sus ejemplos de sociedades exitosas sean la Cuba de Castro o la Venezuela de Maduro.


Que Dios nos coja confesados. Al menos, no invocan a Kim Jong Un, aunque ciertamente tampoco lo critican jamás.


Con este panorama, la gran esperanza es que fragüe una opción que abarque desde el centroizquierda que han abandonado PSOE y Més, hasta el centroderecha del que huye el PP, partido que, como si sufriera de tortícolis recalcitrante, está únicamente obsesionado en vigilar cada vez más a su derecha y a los pintorescos grupúsculos que encarnan su alternativa en ese extremo.


Y si la alternativa centrista lo es en clave insular, mucho mejor, porque ya sabemos qué sucede cuando se confía la defensa de nuestros derechos a los partidos estatales: La disciplina de partido y los emolumentos de los parlamentarios están muy por encima de los intereses y derechos de quienes les han votado.


El PI y otras opciones que se están fraguando en ese espacio tienen la ocasión de reconquistar una representatividad que durante años les han tomado prestada otros grupos. Es necesario que todas esas opciones concurran unidas -con los adecuados ajustes y sin apriorismos- para no perder, una vez más, la oportunidad de romper un bipartidismo que, hasta la fecha, se ha mostrado incapaz de solucionar los problemas de los ciudadanos.


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