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Padre putativo

Por Francesca Jaume
miércoles 19 de marzo de 2014, 08:38h

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Por severo que sea un padre juzgando a su hijo, nunca es tan severo como un hijo juzgando a su padre.


No lo digo yo, lo dijo Enrique Jardiel Poncela.


El equinoccio de primavera llega salpicado de diferentes celebraciones, sin que ello sea en absoluto casualidad. Nos encontramos ante otro caso evidente de instauración de una fiesta religiosa coincidiendo con un hecho astrológico. No obstante, a mí siempre me ha llamado más la atención otro hecho: ¿Porque se celebra por San José el ‘Día del Padre’ si se supone que precisamente San José no era el padre de Jesús? Me contestaba un compañero: “Porque lo mantenía”. Toda la razón. Hoy en día el mérito está en mantener a un hijo más que en concebirlo. Y si acaba por aprobarse la Ley de Aborto, mantener a un hijo puede convertirse en la mayor de las hazañas.

Dentro del concepto “mantener” se incluye, fundamentalmente, el sostenimiento económico. Aquel que, en términos jurídicos, debe de mantener la “diligencia de un buen padre de familia” tiene que procurar que sus vástagos pasen las menores penurias posibles y que puedan salir a flote. Por ello es que no entiendo que algunos hablen de “papá estado”…

Hechos muy generales y otros muy concretos nos demuestran que, unir los conceptos ‘papá’ y ‘estado’ es una osadía. Pondré un ejemplo.

La crisis económica ha hecho aumentar el número de personas que han ingresado en la cárcel por no pagar una multa. Es verdad que se trata de multas impuestas en el marco de procedimientos penales, sin embargo, no es menos cierto que lo que ha llevado a estas personas a la prisión no ha sido el hecho de cometer un ilícito, sino el de ser pobres. ¿Y que le pasa a un pobre cuando entra en un centro de reclusión? Efectivamente, se convierte en paupérrimo. Las deudas se acumulan y forman un alud.

Este hecho nos lleva a otra triste realidad. Es considerable el número de presos que renuncian al beneficio del tercer grado porque, simplemente, no tienen mecanismos para sobrevivir en libertad. Todo ello a pesar que el artículo 25 de la Constitución Española dice claramente que “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social (…)”.

Desde el punto de vista del estado como caja común, la situación también es poco halagüeña. Al dinero que el erario público deja de percibir por impago de multas, se le suma el gasto diario que genera cualquier preso –y que roza los 60 euros-. Es lo que en mallorquín decimos “Es negoci de na Peix frit”.  Pero el problema no se queda solamente en términos económicos. A nivel social, ir aumentando la bolsa de gente empobrecida no es actuar “con la diligencia de un buen padre de familia”.

Corolario:  El papel lo aguanta todo, pero la realidad es tozuda.
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