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El gusto es mío

Por Jaume Santacana
martes 11 de marzo de 2014, 17:51h

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Ya hemos llegado, ¡por fin!

Nos encontramos en una de las mejores épocas del año: la antesala de la estación primaveral; aquel delicioso período en el que el letargo invernal llega a su particular ocaso y da la bienvenida a la explosión anual que representa la primavera. Es ésta una fase mágica que no por iterativa deja de sorprendernos. El día se deja ver, cada jornada, un poquito más. El aire se enternece y la dulzura se extiende sobre la tierra cultivada, es decir, “culturalizada”. Sin embargo, nuestra madre Naturaleza no se rige siempre por normativas basadas en la rutina y podría suceder – no sería nada extraño- que, durante los días venideros, una salvaje helada lo echara todo a perder. Cosas de la vida.

No consigo recordar con precisión los felices momentos en los que, agarrado al pezón de mi progenitora, sorbía su maternal savia vital, pero soy plenamente consciente de que, desde mi segunda tierna infancia, mis neuronas se han pirrado por los alimentos que el terruño (y el “marruño”, si valiera la palabreja de marras para definir lo que el mar nos brinda) ha producido en este entretiempo meteorológico.

¡Qué manjar más absoluto puede llegar a  ser una cazuela de guisantes recién extraídos del huerto, ya sea con la simple ayuda de unas simples cebollas y ajos tiernos, ciertas viandas procedentes del mejor amigo del hombre - que, contrariamente al dicho popular no es el can si no el marrano- y aderezado con unos brotes de menta fresca; o bien, los citados guisantes manipulados sabiamente con un congrio de captura salvaje!

Y siguiendo esta senda, ¿cómo no alabar religiosamente un plato de habitas condimentado con amor y paciencia? ¿O, sin ir más lejos, una sopa de tomillo (aroma puro y discreto, inconfundible, del espacio boscoso) con sus rebanadas de pan en el fondo del plato, las hierbas superpuestas y un huevo gallináceo escaldado como brillante colofón?

Podríamos continuar hasta la saciedad si no fuera que, relatando estas maravillas, el jugo gástrico conmueve mis atentos y sensibles intestinos y no me permite ir más allá en el sentido físico de la expresión.

¡Y ustedes que lo disfruten!
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