¡Válgame Dios!
martes 21 de enero de 2014, 13:22h
Para los que no existían –o existían poco allá por los años sesenta- les informaré que en 1966 se produjo un film con el título de “Sor Sonrisa”. Un exitazo de taquilla.
Hasta aquel momento, las monjas mundiales ejercían de monjas: se enclaustraban o autoclausaraban (a gusto de la consumidora), rezaban, cultivaban lechugas, volvían a rezar, elaboraban exquisitos dulces y licores de alta graduación…y volvían a rezar.
En Bélgica, apareció una monja, Jeanne-Paule Deckers que un buen día agarró una guitarra (nunca se ha sabido de dónde la sacó) y se puso a cantar como Rocío Jurado. La situación era completamente inédita. Y encima, no lo hacía mal, como Rocío Jurado.
La monjita en cuestión alcanzó tal nivel de fama que incluso fue entrevistada por Ed Sullivan, el showman de referencia en Estados Unidos. En el repertorio de “Sor Sonrisa”, hubo una pieza que fue tophit (o como se llame): “Dominique”. La hermana, guitarra en ristre, repetía sin cesar la estrofa principal que decía, textualmente: “Dominique, nique, nique…”. ¿Les suena?
Un año más tarde, el inefable director Pedro Lazaga, le fue a la zaga (disculpen la protuberancia literaria) a la película de marras –por cierto, protagonizada por Debbie Reynolds- y realizó una secuela a la “española” titulada “Sor Citröen”, con guitarra, coche y Gracita Morales de íntérprete. Sin comentarios.
Total: que las monjas ya no rezaban, cultivaban lechugas, etc. sino que, para más inri, cantaban y conducían. El no va más. Una auténtica revolución.
Ahora mismo, enero del catorce, una monja salvadoreña, afincada en Italia va y pare. Como quien no quiere la cosa. No se encontró bien y la llevaron al hospital, embutida en su hábito, pensando en un vulgar dolor de barriga, oclusión intestinal o cólico nefrítico. 32 añitos, la criatura del Señor.
Tras una leve visita, el doctor diagnosticó contracciones. Y parió, si señor, un lindo mulato de tres quilos y medio. La monja confesó que era totalmente ignorante de su estado y que, en todo caso, lo atribuía a su desmesurada afición a los dulces.
Sor Herminia, la Superiora, afirmó que seguramente no había sabido resistir a alguna que otra tentación…pero que no había causado ningún daño, aunque deberá dejar el convento y la vida consagrada y añadió que, por lo menos no había optado por abortar (quizás no le dio tiempo…).
No existen pistas sobre la identidad del “dulce” ingerido, aunque sí algunas conjeturas por el segundo nombre que se le ha impuesto al neonato, Sandrino.
No consta – según el corresponsal del periódico La Vanguardia, en Roma- que François Hollande haya realizado ninguna visita a Italia últimamente (es decir, hace nueve meses).
Al varón le han impuesto el nombre de Francisco, en sutil homenaje al Sumo Pontífice que rompe moldes con su progresía ambiental, de momento.
¿No es preciosa esta historia? Guitarras, coches…niños. “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”