Antes
martes 24 de diciembre de 2013, 13:45h
Antes, todo era mejor. Todo. En verano hacía calor y en invierno, frío. Las personas de bien se hipotecaban, felizmente, hasta el gorro y la humanidad se carcajeaba, libremente, con los chistes de Eugenio. Se escribían fabulosos libros, como la Biblia. Se componían geniales sinfonías aun cuando los músicos fuesen sordos. Las grandes catástrofes lo eran menos debido a la inexistencia de redes sociales. Había menos palomas y las cotorras pertenecían, solamente, a la parte latina de América. Los programas de televisión, en España, eran los mejores; eran “únicos”. Se enseñaba a los amigos y familiares muy pocas fotografías, por la cosa del rollo. En el arca de Noé, los animales viajaban unos junto a otros, en tiernas parejas (no había nacido Ryanair), y los depredadores disfrutaban de la navegación sin odios ni rencores. Las gentes se conocían y se saludaban por las calles y plazas. Ogino fallaba a menudo y así –de modo casi natural- la demografía ganaba adeptos; tampoco es que hubiera muchos adeptos porque las guerras manuales se encargaban de estabilizar el censo. Llovía tranquilamente en las estaciones húmedas y la pertinaz sequía del Generalísimo controlaba, eficazmente, el consumo de agua. Casi no se recogía basura porque tampoco había demasiados alimentos y mucha gente se moría de hambre, pero no de cáncer; y si era cáncer, la ciencia no se enteraba o actuaba con más discreción. Los negros eran negros y los chinos eran chinos; como el personal no se trasladaba de un sitio a otro, pues no se mezclaban y, por lo tanto, no se producían mulatos ni cimarrones. A nadie se le pasaba por la cabeza organizar sondeos; entre otras razones, no había motivo alguno para inventar la estadística.
Antes, todo era mejor, no les quepa la menor duda. Y, además, ante la duda, la más tetuda, tal como dijo Confucio.
¡Feliz Navidad – y siguiendo el topicazo al pie de la letra, como tiene que ser – próspero Año Nuevo!