Ucrania en la encrucijada
martes 03 de diciembre de 2013, 08:36h
Como estaba previsto, el presidente Víktor Yanukóvich no firmó la semana pasada el acuerdo de asociación de Ucrania con la Unión Europea, en el marco de la cumbre de Vilna, lo que ha hecho arreciar las manifestaciones de protesta de los ciudadanos ucranianos en la capital, Kiev. Sin embargo, las protestas se están desarrollando de modo muy diferente a la revolución naranja de 2004. Aquellas eran contra el fraude en las elecciones presidenciales, pucherazo que dió ganador a Yanukóvich, en defensa del legítimo ganador Víktor Yushenko y tanto el presidente saliente Léonid Kuchma, exjerarca soviético, rusófilo y mentor de Yanukóvich, como los líderes opositores, Yúshenko y Yulia Timoshenko, prooccidentales, pusieron el máximo cuidado para que todo se desarrollara de manera pacífica, sin violencia por ninguna de ambas partes.
No es lo que está ocurriendo ahora. Este fin de semana se ha producido una represión brutal por parte de las fuerzas de policía, sobre todo por los Berkut, las fuerzas especiales originalmente fundadas para combatir el crimen organizado y los delitos de especial gravedad, como secuestros, asesinatos en serie y similares, pero que han acabado covirtiéndose en fuerzas antidisturbios y de control de los ciudadanos, quizás porque algunos de los propios gobernantes y jerarcas exsoviéticos forman parte del crimen organizado. Ante estos hechos, algunos diputados y cargos públicos del Partido de las Regiones del presidente han mostrado su desacuerdo y varios de ellos incluso lo han abandonado. Debido a las presiones internas y externas, el propio Yanukóvich ha dado orden de controlar la violencia represora y se ha comprometido ante la UE a realizar una investigación exhaustiva de los hechos. Teniendo en cuenta la escasa fiabilidad y la volatilidad de sus compromisos, probablemente todo quede en palabras sin concreción práctica.
Pero también es preocupante la actuación de algunos de los manifestantes. La mayoría quiere la asociación con la UE para conseguir, con los cambios legislativos requeridos por ella y que, en principio, estaban acordados con la presidencia y el gobierno ucranianos, librarse de una vez del pasado soviético, un sistema auténticamente democrático, un poder judicial independiente que garantice la lucha contra la corrupción y deshacerse de la injerencia de Rusia. Pero se está produciendo una radicalización de algunos de los manifestantes, que ya no se conforman con estos objetivos, sino que quieren la dimisión del presidente y del gobierno y que también están protagonizando acciones de gran violencia. A pesar de los llamamientos a la calma de los líderes de los tres partidos de la oposición, no parece, ni de lejos, que tengan controlada la situación.
Muy preocupante es la presencia de jóvenes ultranacionalistas de derechas, que se dicen pertenecientes al llamado Tridente de Stepán Bandera, nacionalista ucraniano nacido en Galitzia, a la sazón parte del Imperio Austro-Húngaro, en 1909 y que fue uno de los más importantes dirigentes del partido Organización de Nacionalistas Ucranianos y su brazo armado el Ejército Insurgente Ucraniano, creados para luchar por la independencia de Ucrania contra Polonia y la Unión Soviética. Durante la segunda guerra mundial lucharon contra los nazis, aunque colaboraron con ellos en el genocidio de los judíos ucranianos, contra los soviéticos y contra los polacos. Especialmente espeluznante fue su papel en la limpieza étnica recíproca de polacos y ucranianos en Volinia, con motivo de la redefinición de fronteras tras la guerra, de la que hace una descripción sobrecogedora Keith Lowe en su libro Continente Salvaje, Europa después de la Segunda Guerra Mundial (parte III Limpieza Étnica, capítulo 18, pp. 253-271). Tras la desaparición de la Unión Soviética y la subsiguiente independencia de Ucrania resurgen y entran a formar parte de Nuestra Ucrania, el bloque de Yúshenko. En 2009 celebran en Lviv, capital histórica de Galitzia, un homenaje a los supervivientes del EIU, muchos de ellos, con toda probabilidad, criminales de guerra y genocidas.
La presencia entre los manifestantes de un gran número de banderas rojas y negras del EIU son una señal inequívoca de la deriva que está tomando la revolución ucraniana. También el protagonismo de Dmitri Korchinsky, individuo de oscura biografía, líder de la organización nacionalista Hermandad, de la que hay sospechas de acciones de extrema violencia.
La diplomacia de la UE deberá hilar muy fino. No puede abandonar a su suerte a los demócratas europeístas ucranianos, pero tampoco puede aceptar un golpe de estado propiciado por fuerzas de escasa credibilidad democrática y tampoco puede dejar de negociar con Yanukóvich y su gobierno. Y lidiar con Rusia. Putin ya ha hecho unas declaraciones acusando a las manifestaciones de estar promocionadas y subvencionadas por intereses extranjeros, en obvia y nada velada referencia a la UE.