Conocida ya la peor versión de nuestros políticos y gobernantes, a la industria turística no le toca otra que, próximos a recibir a los primeros turistas de la temporada, dar la mejor versión conocida hasta ahora.
Con Pedro Sánchez y sus secuaces, incluidos Armengol, Cladera e Hila, poniendo palos en las ruedas todos los días, al sector que da de comer a las islas le ha tocado el papel de suplir las carencias y la inoperancia de los mandatarios con sabiduría, talento y la mejor de las actitudes. Cuando les dejen.
Llegados al punto parece que próximo en el que se abrirán los aeropuertos y los hoteleros desempolvarán sus recepciones y la actividad turística quitará la lona a sus cajas registradoras, ya aparecen las primeras voces que reclaman un verano-2020 de turismo de calidad que esquive lo que hemos venido conociendo como el ‘turismo de masas’. Una oportunidad para cambiar, dicen.
En macroeconomía no es ningún secreto que cuanto más entra, más hay para repartir. Y es igual de cierto que las correntías de lo que llueve turísticamente llegan a todas las capas de nuestra sociedad. A más lluvia, más agua para todos.
Parece poco responsable la pretensión de aprovechar la crisis del covid-19 para turismofobiar o para declarar Mallorca como un destino solo pensado para el más alto poder adquisitivo. En mi opinión, lo que se tercia es dar la mejor versión de todos los actores turísticos, y no eliminar unos actores ‘indeseables´ para dar todo el protagonismo a otros.
Ejemplos. Punta Ballena no es un problema. El problema es la actitud de algunos empresarios de la calle, y la falta de seguridad en la calle. MegaPark no es el problema. El problema es la falta de seguridad en la calle. ¿Quieren una comparación más próxima?. El ‘tardeo’ no es un problema. Es un éxito. El problema está en la calle porque no hay seguridad. En ningún bar del ‘tardeo’ te echan al pedir la tercera copa.
Hay demanda para todo y para todos, en situaciones normales. Es cierto que la de este año no lo es, pero no vamos a frenar ahora lo que piden desde Centroeuropa. Hay demanda de lo que mejor sabemos dar: servicio. Hay que dárselo, pero mejorando la eficiencia, profesionalizando a los empleados y ofreciendo experiencias únicas. Con Calidad.
Reducir la oferta de Mallorca solo al cincoestrellismo y reduciéndola para que vengan menos turistas sería, en términos sociales, la hecatombe.
En Baleares viven 1,1 millones de personas. Si liquidamos una parte tan amplia de nuestra oferta, desparecerán puestos de trabajo a miles; eso sí, quedarán los más guays. Los turismofóbicos dirán: “perfecto, a eso vamos”. Lo que los turismofóbicos no calculan es que esa apuesta sostenida en el tiempo supondrá que con menos gente trabajando, muchos tendrán que marcharse en busca de habichuelas a otros lugares. Con esto, se activa la cascada: no serán necesarios asesores, gestorías, proveedores, carpinteros, fontaneros, abogados, economistas…. Y más gente cogiendo el barco para largarse.
Pero aquí no acaba todo. Con menos impuestos pagados y menos habitantes, menos maestros, médicos, enfermero/as, policías… Algún turismofóbico aún no sabe que por ese camino probablemente también tendrá que hacer las maletas. ¿O se quedará a protestar y chupar del bote?
¿Qué queremos?