En los ojos del ignorante es su propio parecer lo muy acertado, proclamaba el sabio Salomón, y, a pesar del tiempo trascurrido, todavía es una afirmación actual. Y en esa deriva una formación cuyo líder ha presentado una “moción para el pueblo”, la cual, ante su nula fundamentación, va más allá de las paredes de una Cámara para pretender infiltrarse en el sentir del pueblo, de la gente, de la ochlos, de la masa. Se ha tratado de hacer girar el verbo, la palabra, el discurso, cual un spinner, ese cacharrito puesto de moda no se sabe por quién, que lo único que hace es girar sobre sí mismo. Y en el disco central se ha situado el Secretario General del grupo presentador de esa moción, un político que está haciendo de la política un espectáculo constante, arrastrando a los suyos en tal deriva, para llegar a la escena constante propio del mitin. Pues, visto lo visto, ese spinner no ha hecho sino girar y girar pretendiendo que todo cuanto se refiere a la ciudadanía sea expresado con el verbo lo más grueso posible. Se trata, en suma, de hacer uso de los medios de comunicación para visualizar un grupo político que, si no chilla, si no brama, sino asalta el cielo cada día, se muere de inanición a causa del silencio. Odian el silencio, y por tal motivo precisan de la algarada, de la revuelta, de la manifestación, del desgarro callejero. Esas son sus razones, sus fundamentos, que camuflan la vaciedad de su utópico pensamiento, más allá de la pura escenografía teatral.
Para todos esos diputados, firmantes de la moción de censura sin senda viva, como a Lenin la verdad no es sino un sueño burgués, por ello la fabrican a su conveniencia. Se esconden detrás de las mayores hecatombes inventadas e inflamadas o rociadas de improperios, apropiándose la representación de todos los españoles presentes y ausentes. Y no con una finalidad positiva, de creación, de progreso, sino negativa, destructiva; se trata de echar al gobernante porque gobierna, aunque sea en beneficio de la nación. Una nación que, para el candidato, es un país negro, triste, abatido, derrotado, que sin embargo es capaz de salir adelante con todo empeño, empero unos políticos que en alguna medida no son dignos de la confianza recibida. Ahora bien, este país, sus ciudadanos también son conscientes que la política no se sustenta con la demagogia, sino con el pensamiento, las ideas, los proyectos, los programas electorales realistas. Y esa demagogia se simboliza, perfectamente, con esa moción spinner que no pretende sino girar y girar para que la gente, esa gente que tanto dicen amar, se aperciba que todavía existe un Pablo Manuel Iglesias políticamente vivo. Un Pablo Manuel que va dando lecciones a diestro y siniestro sin que nadie le haya dado patente de corso para ello. Se la ha apropiado.
Los senadores romanos, padres de la patria, iniciaban todas sus sesiones con un juramento: “Nosotros que somos Roma, garantizamos su paz con nuestra vidas, su fuerza con la nuestra y a sus ciudadanos con nuestro honor”. No todos fueron fieles a tal juramento, pero lo cierto es que, nuestros políticos actuales y en concreto los Pablo Manuel y sus corifeos, no tienen ni idea del sentido de tal juramento senatorial. Ellos han sustituido el juramento romano por el insulto, el improperio y el escarnio para con el adversario político, convertido ya en enemigo. Todo ello con un aura de teatralidad, de fantasía, de escenografía. El culmen de todo ello ha sido esa moción spinner que no ha hecho sino permitir la visualización, una vez más, que Podemos y sus confluencias siguen con su estrategia; demagogia, teatro, utilizando el más respetable de todos los escenarios; el Congreso de los Diputados.