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Mis sesenta años palmesanos

Por Josep Maria Aguiló
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jmaguilomallorcadiariocom/8/8/23
sábado 24 de diciembre de 2022, 05:00h

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Nací el 24 de agosto de 1963, en la antigua Clínica Mare Nostrum de Palma, por lo que dentro de ocho meses exactos cumpliré ya sesenta años. Al parecer, apenas lloré aquel día, y luego, en mi época de bebé, tampoco lloraba casi nunca y dormía de un tirón todas las noches. Como ven, ya de pequeño era sosegado, respetuoso y comedido.

Siempre pensé, ahora sé que sin demasiado fundamento empírico, que al llegar a los sesenta años seguramente me encontraría residiendo en otra ciudad desde haría ya bastante tiempo, lejos de Mallorca. Pero aquí me tienen, viviendo en mi querida Ciutat y con razonables perspectivas de seguir haciéndolo en mis siguientes sesenta años.

En los años de mi lejana juventud, me imaginaba que a estas alturas de mi vida sería quizás un reconocido artista bohemio en París o en Praga, o un prestigioso profesor de Filosofía en Harvard o en Oxford, o un notable director de cine independiente en Madrid o en Hollywood, o un minoritario escritor de novela negra en Nueva York o en Dublín.

Otras dos posibilidades vitales, quizás algo menos intelectuales pero también bastante atractivas hasta cierto punto, eran las de imaginarme a mí mismo como un maduro pero aún interesante gigoló en Cannes o en Venecia, o como un millonario excéntrico que habría creado o hundido alguna red social y que viviría a caballo entre Londres y Berlín.

Sin embargo, si uno repasa hoy con un cierto detalle cuál ha sido mi trayectoria económica, social y profesional real en estos últimos años —o incluso décadas—, creo que resulta bastante razonable afirmar que mi imaginación no estuvo especialmente acertada en aquel entonces, sobre todo en lo relativo a mi posible lugar estable de residencia.

En el fondo, quizás ya desde niño estaba predestinado a no poder alejarme prácticamente nunca de Palma. Si ustedes pudieran mirar hoy mi viejo álbum familiar, verían que no aparece en él ni una sola fotografía mía lejos de esta ciudad, ni siquiera en Marratxí o en Llucmajor, o al menos en Calvià o en algún desvío de la carretera de Valldemossa.

En las primeras imágenes recogidas en ese álbum, en un precioso blanco y negro, aparezco siempre sólo en espacios interiores, en la casa de mis abuelos maternos o en el piso de mis padres. Aun así, también es cierto que en fotografías posteriores, ya en Kodak color, se me puede ver también en parques y jardines, pero nunca fuera de Palma.

Desde entonces, han pasado ya varias décadas, en que Ciutat y yo mismo hemos experimentado varias metamorfosis, aunque afortunadamente no como en el relato de Franz Kakfa. En mi caso, en lo único que no he cambiado es en que, a mis casi sesenta años, continúo viéndome a mí mismo un poco como un bebé y sigo viviendo aún en Palma.

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