Así cabría replicar al fatuo presidente del gobierno de España; no está cumpliendo, ni su programa, ni sus promesas, ni sus proclamas. Ni ha acabado con el virus, ni actúa con trasparencia, ni es leal con la ciudadanía, ni reparte igualdad entre ella. Lo único en lo cual es equidistante entre todos los españoles es en sus mentiras. Miente más que habla. Y cuando habla, que no es poco, lo hace en forma ladina, artera, amagando intencionadamente sus reales y verdaderas intenciones; acabar con el sistema y el régimen de 1978. Imponiendo, por arte de birlibirloque trilero, el salto a la república adorada por su hermano de doctrina, el bolchevique Iglesias. Curioso, Sánchez nos dijo que no podría dormir con el comunista en el gobierno, y ahora resulta que quién no puede dormir es el vicepresidente por culpa de un himno chabacano, según él, es decir, el español. Cosas de la vida.
Lo que no resulta tan chabacano es la retahíla de medallas que a cada minuto se va colocando en la pechera el presidente. Resulta que ¡España va bien¡ y todo funciona y todo está controlado y todos estamos la mar de contentos. Hasta Felipe VI está tan entusiasmado con este gobierno social comunista de aromas republicanos, que está dispuesto a que le lleven, “paso a paso”, hacia Cartagena o donde sea, emulando a su bisabuelo. El hombre a quién le encanta gastar dinero en catering o en jardinería o en cambiar colchones, le marca la senda, con todo desparpajo, al tiempo que nos pone mil pegas al alquiler de viviendas, nos sube todo cuanto impuesto encuentra o se lo inventa, contempla impasible los cuatro millones de parados, con más de setecientos mil españoles en la habitación del pánico de los ERTES, con el déficit al 13% del PIB, con una deuda al BCE del 30% de ese PIB, con la tasa de paro del 19%, con una caída del 7,5% de los ingresos al Tesoro, con más de 50.000 fallecidos por ese virus que, según nos contó en julio, habíamos vencido. De todo eso, ni una palabra. De los dulces tiempos que se avecinan a partir de enero, de eso, cientos de palabras y miles de mentiras.
El gran gurú y su compinche están logrando que todo el gobierno emule a Goebels de forma extraordinaria. Sus campañas publicitarias alcanzan todos los ámbitos de la vida ordinaria y extraordinaria. Ellos deciden no tapar con la bandera española los ataúdes de los ancianos fallecidos en residencias, pero sí nos presentan los palés de vacunas cubiertas de banderas y logos gubernamentales. Las paga la U.E., y el gobierno social comunista se apropia del protagonismo, al tiempo que escenifica la vacuna a una mujer residente de 96 años que se encomienda a Dios, no al Gobierno, santiguándose previo a recibir el pinchacito de la vacuna. En nada le ha debido gustar a ningún miembro del gobierno ese gesto que grita que existe algo más poderoso que su consejo de ministros.
Y mientras sigue en su auto exultación, el mundo del turismo ve aproximarse la quiebra total por la ausencia de ayudas del primer responsable de la economía nacional, el gobierno. No es difícil leer que Alemania ya ha puesto en marcha ayudas directas de más de 10.000 millones de euros, además de haber aprobado importantes reducciones de IVA y medidas de fomento a la demanda; y Francia se suma al apoyo específico del turismo y, además de aprobar bonos al consumo, también concede ayudas directas por un importe de 10.000 euros por establecimiento. En cambio, en España las cifras son muy diferentes; 65.000 negocios hosteleros cerrados, 350.000 puestos de trabajo perdidos y unos ingresos inferiores al 50% con respecto al pasado 2019. Y, paso a paso, al estilo Sánchez, el año próximo contemplara el cierre de miles de empresas hosteleras y de restauración, y más de un millón de puestos de trabajo perdidos, directos o indirectos. Y caído el turismo, significa la quiebra total de la economía nacional.
Lamentablemente, estamos sufriendo la peor de la crisis históricas con el más incompetente y desastroso gobierno central, engreído de su profundísima incompetencia. Y en ese panorama no ha dejado fracasar ni la U.E. ni la OMS ni las CC.AA. Todos ellos se han aprestado a dar como solución el incremento de gasto, mientras la Lagarde ante el número de ancianos “hay que hacer algo, ya”. Inaudito, pero cierto. Esas generaciones de “ancianos” levantaron Europa después del 45 y ahora, si pueden, la ven hundirse en la miseria.
En contrapartida, las futuras trabajarán y malvivirán para pagar la inmensa deuda que una generación de políticos mediocres, anodinos y analfabetos les habrán dejado como herencia. Una herencia maldita envuelta en una gran bolsa de celofán con una cinta roja en la cual se leerá “estado de bienestar”.
Y entretanto llega ese mal momento, el gobierno nos distrae con este batiburrillo; Plan de Ciberseguridad, Plan de Transformación Digital de la Pymes, Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial (IA), el Plan de Conectividad y para las Infraestructuras Digitales y la Estrategia de Impulso a la Tecnología 5G, Marco Estratégico PYMES 2030, el programa Educa en Digital y la Estrategia Española de Ciencia, Tecnología e Innovación 2021-2027.
Como dirían en Valencia, mucha tecnología, pero de trigo ni un grano.